viernes, mayo 24, 2019

Caperucita vs Gretel

La pobre Caperucita Roja, con sus mejillas encendidas y lágrimas oscuras, que escurrían de sus delicados ojos, sostenía como podía, las fauces abiertas del temible y atroz Lobo Feroz.
¡Maldito hijueputa, devuélveme a mi abuelita!
Un sartén volador le dio justo sobre la cabeza, pero ella, ella resistió.
¡Perra!, deja en paz a mi hermano.
¡No! No hasta que regurgite a mi abuelita.
¡Lo vas a matar!
¡Sí!, si es necesario, ¡sí!
¡Pero si la bruja de tu abuela lo convirtió en un hombre lobo, todo es su culpa!
¡Mentira!, él se comió primero todos los dulces de mi abuelita, ¡ella, sólo lo castigó!
Las dos féminas salvajes y aguerridas se miraban con un odio intenso, en medio de un combate que claramente era de vida o muerte.
¿Qué no te das cuenta que tu abuelita ya murió? Se la comió, ¡acéptalo!
Pfff, una bruja no puede morir a causa de su hechizo, ¡tonta!
¿Y si hacemos un trato?
¿Qué trato, Gretel? – Caperucita enarcó su ceja izquierda –.
Yo te ayudo a que tu abuelita regrese y tú me ayudas a quitarle el hechizo a mi hermano. ¿Ok?
Bien, es un trato – así contestó con su sonrisa malévola –.
Ambas se escupieron la mano y sellaron su alianza, pero Caperucita, ella cruzó sus dedos.
Si destransformamos a tu hermano, eso le obligará a regurgitar a mi abuelita.
Vale, ¿cómo lo hacemos?
Bueno, necesitamos sangre de una virgen que sea consanguínea con él.
Caperucita miró maliciosamente a Gretel, que ruborizada se ofreció.
Muy bien, te sacaré la sangre ahora.
Tomó el cuchillo ritualístico de la mesa y lo puso sobre el seno izquierdo de Gretel. Con esa arma mortal le dibujó una cruz, resistiendo las ganas de darle muerte en aquel instante. La joven gimió, mientras su sangre llenó un copón de oro.
Ahora debes dárselo de beber a tu hermano, mientras yo hago la invocación.
La magia fue completamente un éxito. Mientras Hansel vomitaba a la abuelita, Caperucita le dio muerte con la daga a Gretel, quien se desplomó como un saco de patatas.
Hansel, horrorizado, trató de huir, pero la abuelita hizo un sólo ademán y lo convirtió en un gigantesco dulce, que se desparramó en trozos por toda la habitación.
Algún día hijita, serás una gran bruja como yo – dijo tiernamente la abrujita  –.
Gracias abuelita, pero por ahora prométeme que siempre cazaremos juntas a estos mugles.