Pat siguió el ejemplo de su amigo Mike y dejó Irlanda para ir a trabajar a Inglaterra. Aunque habían perdido el contacto desde entonces, Mike había mencionado lo fácil que era encontrar trabajo en el Zoo de Whipsnade, así que Pat solicitó un empleo. Por desgracia, no quedaba ningún puesto de guardia; ni siquiera una vacante de barrendero.
- Pero te voy a contar algo - dijo el director -, hace un par de días se murió el gorila, ¿y qué es un zoo sin gorila? Pero hemos conservado intacta su piel, de modo que si te metes en ella y ocupas su recinto, te daremos alojamiento y comida, además de pagarte generosamente.
Pat echó una una ojeada al lino terreno que ocupaba el recinto del gorila, inspeccionó la confortable casa del gorila y probó la cama con que estaba dotada. Estuvo de acuerdo y tomó el empleo. Pat se convirtió muy pronto en la atracción predilecta de los visitantes del zoo. Como era extrovertido, siempre hacía una buena representación: daba volteretas, se golpeaba el pecho y gruñía. Pero el punto culminante de su actuación era el más popular. Cuando tenía mucho público, Pat trepaba por a un gran roble en un extremo del recinto, junto con el cercado de los leones, y lanzaba bellotas a la leona. El león de gran melena rugía de rabia y soltaba zarpasos, mientras el público rugía de placer.
Un día festivo, en que se había congregado una multitud mayor que de costumbre, Pat se encontraba arriba en el momento culminante de su actuación. Acababa de rematar el lanzamiento de bellotas golpeándose el pecho, cuando la rama en que hacía equilibrios se rompió y calló al suelo a los piés del león. Pat se levantó de un salto, pidió auxilio a gritos y estaba a punto de salir corriendo cuando la leona le susurró:
- Cierra la boca, Pat, ¿a caso quieres que perdamos los mejores empleos que jamás hayamos tenido?
-- FIN --
El Sibarel, así es la "vida real" todos interpretamos roles y a veces nos los creemos demasiado