sábado, septiembre 21, 2013

El necrofilo

Esa mañana Juan se levantó más temprano, cinco de la mañana. Entró al baño, se lavó rápidamente los dientes, se sacó el pijama y se puso el buzo, más unas zapatillas viejas, y a correr se ha dicho.
En quince minutos de trote suave llegó al parque.  Hacía bantante frío por lo que aun no sudaba, pero ahora comenzaba el ejercicio de verdad. Se detuvo, hizo algunas elongaciones y respiraciones profundas y partió.
El aire fresco junto con el trino de algunas aves le llenaba de energía. A lo lejos vio la silueta de la pelirroja, una chica que siempre corría junto a su perro. Ahora que estaban más cerca tuvo el pensamiento de siempre, ella estaba bastante bien, pero con ese perro se quitaban las ganas.
De tanto correr llegó hasta la pileta dónde refrescó su cara y aprovechó de tomar un sorbo largo de Gatorate. Hizo otra respiración profunda y emprendió el regreso.
Pasarían otros veinte minutos hasta que vió que la chica también venía de vuelta, ahora tan sudada como él, y con el perro más agotado, pero no menos fiero.
Ya era suficiente, debía cambiar la marcha y decidió cruzar la calle, eso serviría para mirar por última vez a la pelirroja.
No alcanzó a voltear la cara cuando escuchó un fuerte bocinazo y un golpe duro. Luego, todo negro.
Los paramédicos decretaron su muerte a las 6:03, y se lo llevaron a la morgue. Pobre Juan, le hubiese ido mejor de haberlo llevado de inmediato a crematorio. Ahora le darían una vuelta más.