El pueblo estaba en shock, 4 muertes en un mes, nunca visto.
El sherif estaba desconcertado, algo estaba mal, pero qué? Le preocupaba su hijo, algo le decía que estaba en peligro. El único patrón común era que todas las víctimas solían viajar de noche, de regreso a casa en los buses. Y quién no.
- Cuidate hijo, sólo cuidate.
Esteban viajó a la U como todos los días y volvió a las 21:00. Cuando por fin pudo subir al bus estaba todo lleno así que quedó de pie.
Luego de pasar el peaje, cruzar el tunel y llegar al llano comenzaron a bajar los primeros pasajeros, y cuando buscó un asiento vio que solo estaba disponible el asiento de ventana 13. Volvió a ver el número y lo desestimó, pues recordó la advertencia de su papá.
En el próximo cruce se bajaron otros pasajeros y quedó libre también el asiento 14. Luego de ver el resto de opciones se sentó en él.
Al entrar al pueblo justo donde queda el cementerio la luz del bus se apagó. Esteban que había apoyado su frente sobre el respaldo delantero de pronto se sintió incómodo, y al mirar a su izquierda vio a una viejecita sentada en el asiento 13. Fue como si el reloj se detuviera, un frío intenso le penetraba de ese lado.
La viejecita le tomó la muñeca izquierda, congelándolo aun más. Esteban por fin pudo gritar.
- Horror!!
La luz volvió y todos los pasajeros voltearon a verle, solo.
Esteban se paró como pudo. Tiritaba.
- En la plaza.
Balbuceaba, pero se le entendía. Y aunque era obvio que el bus iba a parar en la plaza, el chofer le dijo, bueno.
El joven corrió como si le persiguieran bestias feroces hasta que llegó a casa. Ya más seguro llamó a su papá pero no estaba en casa, esa noche llegaría muy tarde.
Un frío glaciar lo estaba matando, partía de su muñeca e irradiaba todo su cuerpo. Así que se preparó un té muy caliente, encendió la estufa y se acostó.
Le tomó una hora calmarse y luego se durmió. Pero a las doce en punto le despertó un hundimiento en la cama. Al mismo tiempo notó que la habitación se había congelado.
Tuvo la esperanza de encontrar a su papá sentado y a punto de saludarle, pero horror! Estaba la viejecita que levantó las sábanas y se acostó a su lado, tomándole nuevamente de la muñeca.
El frío llenó todo su cuerpo, y la vieja se montó sobre él dándole un beso nauseabundo, asqueroso y mortal.
Cuando llegó el sherif, encontró a su amado hijo sin vida. La hipótesis fue que murió por asfixia, culpa de la estufa que se apagó. Pero él sabía que no fue así no más.
No pasaron muchos días hasta que renunció y comenzó a viajar todos los días en el bus. En el mismo horario que viajó su hijo por última vez, quien sabe por qué motivo escogía siempre el asiento 13. Y nunca hubo más muertes coincidentes.
Trasncurrieron 20 años y falleció de causas naturales, yo lo certifiqué como el tanatólogo del pueblo, y ese mismo día tuve que ir y volver a Santiago en bus. A mi regreso me senté en el aciento 14 y antes de ingresar al pueblo se desocupó el asiento 13... y al pasar el cementerio HORROR!!!
El Sibarel