sábado, noviembre 15, 2008

Vacuna


¿Tú también, Brutus?

César

- Tres y cuarto, ni muy tarde ni muy temprano; me conformo con que la llave entre rápido.-

Mientras comenzaba a ceder la puerta, su diminuta abertura le llenó de miedo. Una vocecilla le decía que algo malo le esperaba tras el umbral. Por más que la interrogó no logró que le dijera nada más, y cada vez estaba más abierta esa lúgubre puerta.

No había forma de huir, tenía que enfrentar lo que fuera. Quizás eso era lo que le daba más miedo.

Casi sin querer mirar, encendió la luz. Todo parecía estar bien, recorrió el living, la cocina y convencido que todo estaría bien siguió de largo por la pieza de sus padres. Los conocía desde hace 27 años y todavía se conservaban como la primera vez que secaron sus lágrimas. Nada malo les podría haber pasado.

- Debo abrir esta puerta, pero si los despierto que explicación les voy a dar: “Quería ver si estaban bien, quería saber si necesitaban algo, quería… no sé qué cosa.” -

Su mano temblaba ante la duda; no tendría por qué haberles pasado nada, deberían estar durmiendo plácidamente. Sin embargo, no alcanzó a dar la vuelta e irse, cuando su propia mano le traicionó y abrió la puerta. La oscuridad de la pieza llamaba a la quietud y a los sueños.

- He sido un cobarde, todo está en calma… pero, ¡tengo que prender la luz! -

Ni siquiera pudo gritar; las paredes manchadas de sangre, ríos corriendo por los cubrecamas, y dos cuerpos paternalmente conocidos, mutilados.

Sus ojos recorrían infatigablemente las imágenes alienantes, buscando el truco, un cartelito que dijera: “¡Esta es una BROMA! ¡Estamos VIVOS!”. Incluso cerró los ojos esperando que fuera un mal sueño, ese sueño que nunca quiso soñar.

Todavía mudo, dejó la habitación y cerró la puerta tras de sí. Sin explicación miraba el piso buscando huellas, pero ningún rastro delataba tal vértigo. ¿Qué paso? ¿Cómo? y lo más importante ¿QUIÉN?

Esa vocecilla estúpida que a veces le decía idioteces le respondió: “NADIEN GOMBADRE, NADIEN”. Una risa histérica quiso escapar, pero no lo consiguió, una guillotina de dolor no se lo permitió.

Parecía que lo más lógico era llamar a la policía, sí, sin lugar a dudas.

-¿Dónde está la guía de teléfonos? ¿Dónde esta el teléfono? No están. -

A veces sus padres se lo llevaban a la pieza, de ser así quizás la guía también estaría allí. Pero volver a entrar era una locura; una compulsión de fobia le hizo recordar todo lo que había comido en las últimas tres horas. Ahora ya no se veían tan apetitosas, ni si quiera era posible adivinar lo que eran, salvo para él que lo sabía.

Cuando la vorágine paso, recuperó un poco de valor y buscó la salida. La puerta del frente era su salvación más próxima, seguro que sus vecinos, los Becerra, lo podrían salvar.

- Disculpe la hora, pero mataron a mis padres y necesito el teléfono para llamar a la policía. Disculpe, me podría prestar el teléfono para llamar a la policía… sí, es que mataron a mis padres. Perdón que los moleste pero necesito llamar a la policía y mi teléfono esta al lado de los cadáveres de mis padres… -

Ninguna de estas frases parecía lo suficientemente real, ni menos cuerda, pero tampoco se le ocurría ninguna otra. Mientras tanto el timbre sonaba y sonaba y sonaba. Quizás habían salido, podrían estar en su casa de la playa. Un par de golpes más y la conclusión fue definitiva: “NO ESTÁM”.

Con la desesperación que solo es posible en estas situaciones recorrió el resto de los departamentos. Por extraordinario que parezca, en ninguno de ellos le abrieron.

Al parecer todos tenían el sueño muy pesado o estaban de vacaciones. Otra vez sonaba esa vocecilla, pero ahora en un tono más grave y lento: “¡ESTÁM TO’OS MUERTOS!”.

- No, no, simplemente no están. -

Un temor y horror de resignación le devolvió a la escena del crimen. Solo en el mar rojo, levantó las sábanas, frazadas, almohadas y bultos de carne, hasta dar con el teléfono y la guía.

Con una calma irracional volvió a salir y cerró la puerta. Sin ninguna prisa llamó y llamó y llamó...

- Vamos contesten, qué diablos les pasa, vamos... -

“NO HAY NADIEN GOMBADRE, ESTAM TO'OS MUERTOS.”

- Basta cállate, cállate, CÁLLATE. -

Sin quererlo miró la hora, y sin quererlo se dio cuenta que llevaba casi una hora tocando puertas y llamando por teléfono. Sus amigos más cercanos tampoco respondían.

- No pueden estar todos juntos en la playa. -

“MUERTOS.”

- Tampoco. Debo salir y buscar a alguien que me ayude. -

Desde su auto miró a los edificios vecinos, y los vio todos a oscura, todos sin vida. El motor del vehículo se detuvo como un ataque al corazón. Con las dos manos sobre su cabeza se echó a llorar, el único sonido que le acompañaba era el tictac de su reloj.

Sin ninguna explicación el reloj se cayó, sorprendido le miró, lo remeció e incluso lo golpeó hasta que se rompió. Sus piezas saltaron esparciéndose dentro del auto. Arrepentido trató de recoger los restos. Un pedazo de cristal, un resorte, una lata de spray, el diario de hoy (ayer)…

Él nunca dejaba el diario dentro del auto y como nadie más lo usaba, ¿quién dejó el diario allí? Con curiosidad felina lo revisó: “PELIGROSO ROBO DE GAS MORTAL, las autoridades han decretado estado de emergencia, si se rompe su contenedor el desastre podría cubrir…”

No hizo falta que terminara de leer el titular, la vocecilla loca le interrumpió: “ESE SPRAY ES EL CONTENEDOR, ¡SÍ TU LO ABRISTE, TU, TU, TU...!”

- Dios mío, no, por favor dime que no... Yo, estoy vivo, no estoy muerto... -

“ESE ES TU CASTIGO HIJO MÍO, AHORA QUE OLVIDASTE POR QUÉ LOS MATASTES A TODOS, COMPRENDERÁS EL SIGNIFICADO DE AMAR AL PRÓJIMO, A TUS PADRES Y A MI, COMO A TI MISMO.

POR ESTE GAS, POR ESTAS MUERTES, YO TE CONCEDO VIDA ETERNA EN EL DESIERTO DE VIDA QUE SEMBRASTE.”

El Sibarel