“ La luna de Zador siempre me atemorizó, pero hoy más que nunca.
Calabozos y Dragones, en un Laberinto que sólo acarrea desgracias.”
El viento cálido parecía quemarle el rostro, pero aún así no desistía. Sujetándola con la mano izquierda, trataba de arrancarle el neurocristal de la frente. Pero ella no estaba dispuesta a dejarlo, trataba desesperadamente de usar su poder sobre él, pero sólo lo exacerbaba más. De nada servía gritar, él parecía disfrutarlo.
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- Que el acusado de asesinato múltiple se ponga de pie. El jurado ya tiene un veredicto.
Sin mostrar ningún signo de arrepentimiento Adolf se incorporó. La luz del ventanal le cerró un ojo, mientras que la gran audiencia lo miraba con sed de venganza. Un gesto de su abogado defensor hizo que los vidrios del ventanal se polarizaran, así la luz que entraba no violentaría su cara.
Los últimos rayos del atardecer, marcaban los instantes finales para el sufrimiento de muchas personas.
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- No te resistas, no podrás evitarlo, el destino lo quiere así. Él está muerto, esa explosión lo está devorando. Dame el cristal.
Las llamas corrían insaciablemente. El laberinto pronto sería totalmente consumido, y nadie podría escapar. Pero...
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- El veredicto es unánime. Pena capital, por 63 homicidios aberrantes, con premeditación y en pleno uso de la razón. El prisionero será ejecutado mañana, a las 3 A.M. Es todo, pueden abandonar la sala.
Sin embargo Adolf no pensaba igual. Cuando el guardia quiso llevarlo a su celda, se soltó las esposas y le sacó el arma. Girando detrás de él le disparó dejando un gran agujero en su estómago. El resto de los disparos tenían nombre propio, Hernest, juez, Robert, abogado, Neils, presidente del jurado, y otros guardias.
Tan rápido como podía correr, saltó por la ventana, rumbo a su salvación, pero más probablemente a la muerte.
Las neurocámaras, que esperaban amontonadas fuera del Palacio de Justicia, reaccionaron a tiempo para grabar el desastre. Tomaron distancia, ajustando sus lentes para filmar el impacto, pero a un metro del piso desapareció la noticia.
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- Casi termino de sacarte el cristal, un poco más y... - Unos dedos de acero parecieron triturarle el brazo.-
Quizás la próxima vez, Adolf. El truco de las llamas estuvo bien; ahora te voy a enseñar‚ los míos.
La chica cayó al piso, pero no pudo escapar. Las llamas los habían rodeado. El laberinto, era una tumba incandescente.
- En verdad esperaba que sobrevivieras a la explosión, pero no imaginé‚ que todavía tuvieras agallas.
- Creo que es culpa de mi personalidad impulsiva, no te sientas mal.
Con un hábil giro, Darkness, logró colocarlo sobre sus hombros.
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- ¿Qué me pasó? ¿Dónde esto y? - Adolf, se hacía estas preguntas, mientras permanecía suspendido por el aire, sin que nada lo sujetara. -
- Represento al Gran Jurado, que ha determinado una sentencia distinta para ti. No mereces la suerte de morir.
- Suéltenme, o los voy a dejar‚ igual que al resto. - Todos sus esfuerzos eran en vano. -
- No estas en tu planeta, nos separan millones de años luz. Es mejor que guardes tus fuerzas para lo que te espera ahora. El Consejo que nos rige, ha pensado que el mejor castigo aplicable a los criminales como tu, es guiarlos a la redención.
- Oh sí, Jesucristo te ama.
- No eres quién para burlarte de Él.
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Lo iba a dejar caer contra el muro, pero un cuchillo inmovilizó su hombro izquierdo. El dolor le hizo derrumbarse sobre su espalda, y esto permitió que el arma terminara de penetrar.
Adolf ya se había incorporado y se prestaba a golpearlo con furia. Mas, con un rápido salto Darkness lo evitó, colocándose detrás de él, y luego con su mano derecha sacó el cuchillo, para permitir que la herida cerrara.
- Me parece que este cuchillo es tuyo, tómalo. - El lanzamiento iba directo al corazón, pero un dolor mortal lo detuvo. -
- Si no tienes valor, no me amenaces. - De su espalda sacó otro cuchillo que lanzó a la chica. -
El golpe de dos cuchillos en el aire llamó la atención de Geraldine, quien pensaba en cómo salir de ese infierno.
- Realmente eres muy rápido, ¿ quién eres ?, ¿ por qué no me has matado ? - Sus palabras estaban cargadas de furia y desconcierto. -
- ¿ De verdad no sabes quién soy ?... No debería extrañarme, yo tampoco lo sabía hasta que vi tu rostro. No sólo el nombre era coincidencia.
- ¿ Qué tiene eso de especial ? Hay muchos Adolf, con caras de asesinos, sueltos por la galaxia.
- No seré yo quien te lo diga. - Con su habilidad sobrehumana, saltó por sobre una viga que caía. Esto le permitió arrancar, de paso, la tapa del ducto de ventilación. -
Por más que Adolf trató de correrse, recibió de lleno la tapa, desplomándose en el piso.
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- Que comience la transmutación.
El salón se oscureció. De lejos una luz le mostró el horizonte. El tiempo se detuvo, y el murmullo de su corazón cesó. Sus gritos no podían ser escuchados a través del vacío. Luces, dolor, calor, frío, muerte y renacer.
- Tu destino por fin te ha alcanzado. Un nuevo ser ha nacido en ti, DARKNESS SIN DESTINO... A partir de ahora lucharás por hacer prevalecer el bien. Deberás arriesgar tu vida por todo aquel que esté en peligro y no podrás matar. Si no obedeces morirás.
Ahora ... Darkness ... observaba con asombro el cambio de su cuerpo, delgado, pero bien formado, como el de un gimnasta. Todo cubierto de negro.
A pesar de escuchar las palabras del “Juez”, buscaba la forma de escapar. Increíblemente había una pistola a tres metros de él. Sin pensarlo, saltó y rodó a la perfección. Su mano tomó el arma, pero no pudo disparar. Un dolor mortal lo derribó.
- Ese dolor te obligará a obedecer. ¿Comprendes? Eres más ágil y fuerte que cualquier ser humano. Si te hieren, sólo aquellas heridas que no sean mortales sanarán al instante.
- No veo como podré hacer lo que quieren.
La primera vez, te mostrará tu camino. - El fin de estas palabras fue acompañado por una luz brillante. -
Sus ojos tardaron en reponerse, pero al fin identificaron su departamento en Acuarius. Mientras tanto, un pez globo lo miraba impávido, desde la ventana. Un poco desconcertado aun, se acercó a ésta. El pez huyó y no lo pudo culpar. El reflejo de una figura negra, sin rostro, también le asustó.
- Abra la puerta ahora mismo. Somos de la policía. Vemos que está ahí dentro. - Un sensor térmico delataba su presencia. -
- Mejor veré que tan bueno soy para nadar ahora.
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- ¿Está muerto?
- No, nadie muere por un golpe en el estómago. Estará inconsciente por un buen rato. - Con la chica de la mano y Adolf al hombro logró entrar al ducto.-
- El humo me está ahogando.
- Resiste, no podré sacarlos a ambos si te desmayas.
La sala de despegue se encontraba cerca, todos los ductos llegaban a ella y Darkness lo sabía. Geraldine ya se había desmayado, cuando cruzó la última etapa.
Vamos, despierta. La nave está al frente, debemos escapar rápido.
La chica abrió sus ojos despacio, dio unos cuantos tocidos y se puso de pie. - Vamos - Un poco mareada aún, iba delante de él; cargar a Adolf no era cosa fácil y menos con aquel temblor que iba en aumento, haciendo olas en el piso.
Subían por las escaleras cuando Adolf se incorporó. A pesar de saber que Darkness le salvó la vida, intentó ahorcarlo. Ambos cayeron al piso. No habían terminado de ponerse de pie cuando una fuerte explosión derribó la compuerta principal. La descompresión los expulsó con violencia.
Geraldine presurizó la nave y escaneó la compuerta. Darkness se mantenía aferrado a un borde, mientras que con la otra mano sostenía a Adolf.
- Suéltalo. - Le grito la muchacha por el altavoz. -
- No, no puedo hacerlo. - Era cierto, trató pero no pudo. El dolor no le dejó. - Tienes que traer la nave.
Mientras ella encendía los motores, Adolf sacó el último cuchillo que le quedaba. - Moriremos juntos. –
Una sensación helada, y luego tibia, un cuchillo en el riñón, o al menos donde antes había uno.
- ¿Qué estás haciendo? ¿De verdad, quieres morir?
- Maldito suéltate de una vez. - Iba a sacar el cuchillo para enterrarlo de nuevo, pero decidió que era mejor retorcerlo. -
Una mano se abrió, y un cuerpo siguió la ruta al vacío. Al tratar de sacarse el cuchillo, Darkness, el dolor hizo que se soltara. Dos cuerpos volaban rumbo a la muerte.
Geraldine logró despegar, lo único que podía hacer era mantener la escalera abajo. Si era verdad todo lo que se decía de Darkness, quizás lograría sujetarse. Mientras tanto, la base explotaba, llevándose toda su maldad.
La nave ya se había estabilizado, el rumbo a Zador estaba en curso, era hora de ir a ver que había en la escalera, ella podía sentirlo, pero no verlo.
Darkness Sin Destino permanecía quieto como una roca.
- ¡Estás bien! Lo lograste.
- Gracias, fue una buena idea ...
- ¿Qué pasa?
Cuando por fin, se vieron frente a frente, ella lo notó. Darkness aun tenía el brazo de Adolf que le apretaba con firmeza.
- ¿Pero cómo?
- Cuando vi tu maniobra, traté de alcanzarlo y lo hice. Pero no fue capaz de resistir el tirón que nos distes. Olvidé que era humano.
- ¿Por qué te empeñaste en salvarlo, qué lo hacía tan importante?
- No hace mucho tiempo nos enfrentamos por primera vez. Se trataba de mi primera misión. En ese entonces no supe cómo vencerlo sin matarlo y él logró escapar. Yo tenía el deber de terminar con esta pesadilla.
- ¿Nunca has matado a nadie?
- Darkness Sin Destino, no mata a nadie.
- Te admiro, quisiera... - Sus brazos rodearon aquel cuello negro. -
- Este no es el momento, ni yo soy el adecuado. No soy humano.
- A mí eso no me importa, ya he tenido... tú sabes, contacto con alienígenas.
- Pero no como yo. Ahora si no hay problema quisiera ir a descansar.
- ¿Puedo hacerte una pregunta más? Te prometo que es la última.
Darkness permaneció inmóvil. Desde que todo empezó, nunca había conversado con una mujer sobre sí mismo.
- Bueno. Yo sé que la policía te busca, y creo que te puedo ayudar. ¿Te gustaría tener una apariencia humana
- Sí, pero ¿cómo?
- Yo soy maquilladora plástica, gracias a este neurocristal puedo darte el aspecto que yo desee. Una vez disfracé a un Toneano, nadie notó la diferencia, hasta que nos bañamos en la piscina.
- No me expliques más. Si puedes, hazlo.
- Creo que este es el principio de una hermosa relación.
- Ni lo pienses, trabajo sólo.
- No, si quieres pasar por humano.
El Sibarel