¿Caperucita?
Era mediados del verano, y como todas las mañanas la joven mozuela salía temprano a hacer jogging por el bosque, tenía que aprovechar de mantenerse en forma, pues en otoño sería el primer triatlón de su pueblo. Como era pobre, no tenía recursos para comprarse una bicicleta, y tampoco para entrenar en una piscina, por eso corría. Con el fin de promocionar el deporte, la vida sanas y todas esas buenas ideas, el alcalde había prometido facilita bicicletas a todo el que se inscribiera, y el ganador, entre otros premios, se podía quedar con la bicicleta, mientras que el resto quedaría para el arriendo de la alcaldía, proveyendo así un ingreso extra.
Mientras la niña corría por escabrosos caminos, llenos de troncos, ramas, piedras, zarzas y hojas por doquier, sintió un ruido que la perseguía desde atrás a la derecha, rápidamente se hizo más intenso. Al voltearse para ver que era lo que venía, no vio una piedra en el camino, y rodó por el suelo. Inmediatamente por su costado derecho pasó un joven en su bike, tan cerca que casi la atropella.
v ¡Cuidado niña, fíjate por donde...
La voz del joven ser perdió en el aire; pero la niña pudo imaginar el resto. Estaba furiosa, la culpa de todo la tenía ese idiota en su bicicleta, y ahora resultaba que ella era la tonta. No podía ser. Si mirar si tenía alguna herida, se apresuró en ponerse de pie y correr detrás del culpable.
El joven le lleva mucha ventaja a la niña, él había ido a nadar al lago, corrió 3 vueltas al mismo lago y ahora estaba en marcha en lo más rudo que se podía imaginar. Era todo un ganador para el triatlón. Finalmente la alarma de su reloj, le avisó que era suficiente, y para su fortuna, el río justo estaba a su izquierda así que se detuvo allí, y sentándose en una piedra, puso sus pies en remojo.
Un cuarto de hora más tarde, llegó la niña, no daba más estaba exhausta, pero aún así pretendía terminar su recorrido y entonces lo vio. El muy patudo estaba descansando en el río.
v ¡Oye! – el joven ni se movió – ¡A ti te hablo pajarón! – ella tenía hermanos así que sabía perfectamente cómo tratar a esta especie, el problema es qué él parecía ido.
Tratando de recuperar un poco de aliento, se agachó, puso sus manos sobre las rodillas, se levantó y respiró profundamente, luego caminó en círculos, dio tres vueltas e insistió, acercándose.
v Eres sordo o tonto! – él seguía ignorándola, pero antes de mandarle todo el rosario debía estar segura que le escuchaba: cómo se te ocurre, casi me atropellaste, por tu culpa me caí.... –.
Mientras ella se acercaba muy furibunda, él se incorporó, lanzó su polera, se sacó las zapatillas, y mientras ella abría la boca, se sacó el resto de la ropa, se lanzó al río y desapareció, 1 minuto, 2, 3... La niña corrió a la orilla, él no se veía, se sacó la polera, pero, ¿qué haría?
v Hola, así que usas los mismos sostenes que mi hermana.
No podía ser, él estaba detrás suyo. Pero ¿cómo lo hizo?, ella nunca se descuidó, no lo vio salir... bueno eso ya no importa. Sin pensarlo se dio vuelta.
v ¡Eres...
v No, lo siento, se parecen pero el de ella tiene encajes y es más grande. Tu... eres la chiquilla que se cayó enfrente de mí y que casi atropellé; uf, que bueno que estés bien, eres más chiquita de lo que pensaba....
Roja, roja, roja de rabia de vergüenza, y con lágrimas apunto de soltar. Se puso su polera, cerró los ojos y echó a correr.
v ¡Oye, se te rompió el pantalón y se te ven los cuadros!
Ah no, eso era demasiado, cómo podía ese bruto insensible, imbécil, deforme, peludo, él si que era feo, falto de moral y cornudo. Sí, con todos sus defectos, ninguna mujer le podría ser fiel, eso era seguro. Pero ni todas estas asertivas ideas la podían calmar, mientras corría de vuelta hacia su casa, no paraba de llorar.
v Bueno, pásame tu polera, todo esto es culpa tuya, es lo mínimo que puedes hacer por mí.
v ¿Mi culpa?
v Sí, y ahora vete, no te quiero volver a ver – ella se dio media vuelta, y se marchó, y aunque estaba muy furiosa, algo de esa polera la alegraba, era algo que no se podía explicar, pero que poco a poco le devolvió la sonrisa -.
A la mañana siguiente, ella se puso un buzo rojo, de esos con capucha, para evitar ser reconocida si el tonto volvía a aparecer. Cuando llegó al rió, a la piedra dónde el se desnudó, se detuvo. Se paró sobre la misma piedra y recordó.
v Hola, así que usas los mismos sostenes que mi hermana.
No podía ser, él otra vez.
v Claro que con esa caperuza roja no se notan ahora.
v Note enseñaron modales, ¿cómo es que si tienes hermana seas tan descortés?
v Lo tuyo es un problema de edad, eres muy chica aún. Bueno, de todas formas puedes quedarte con mi polera, no es necesario que me la devuelvas. Adiós.
Sin decir más, se marchó y la dejó así no más. Esto no podía ser, ah no. Ella echó a correr pero se detuvo. ¿Qué le diría?, para qué, estaba claro que era un tonto. Sería mejor esperar hasta mañana, seguro que lo vería de nuevo y podría vengarse. Dio, media vuelta y se puso a correr para su casa.
Estaba en plena marcha, cuando volvió a sentir ruidos a su espalda. Seguro era ese tonto de nuevo, así que sin pensarlo más se detuvo y volteó a mirarlo. Aunque no vio nada, pudo escuchar unos extraños ruidos detrás de unos árboles, y mientras se acercaba, los ruidos se alejaban y alejaban. Entonces corrió y llegó a los árboles, pero no había nadie, salvo una... huella, no era un pie o zapatilla, era... ¿una pata de perro?, pero sería un perro muy grande al parecer. Cómo fuera y lo que fuera se había asustado, y ella debía volver casa, o su mamá se preocuparía pues, con lo de ayer no se había quedado muy tranquila y ahora le exigía un horario.
Cuando llegó a su casa, su mamá le tenía lavada la polera de su "amigo".
v Toma quiero que se la devuelvas mañana.
v Pero mamá...
v Noo..., debes devolvérsela, no te pertenece y no se vería bien que tu anduvieras coleccionando prendas de chiquillos.
v No es un chiquillo, es mayor que yo.
v Con mayor razón debes devolvérsela y dejarle en claro que no te moleste más, o yo se lo diré.
v Con su mamá no se podía discutir, tal vez con su papá, pero no con ella – Bueno, pero no sé quién es ni donde vive.
v ¿Lo viste hoy?
v Sí.
v Bueno, entonces seguro que se verán, mañana, y entonces le pondrás fin, ¿ok?
v Sí, mamá.
v Pasando a otro tema, te ves linda de Caperucita.
v No soy Caperucita, ella era una niña.
v Sí, claro, aprovecha mañana y le llevas a tu abuelita un queque que voy a cocinar ahora.
v Pero mamá.
v Quiero que vayas así mismo así que sácate la ropa y la echas a la lavadora para dejártela lista.
Junto a la lavadora había un antiguo sobre de petazetas, y una malévola idea se le ocurrió. Fue a su pieza, tomó la polera del tonto y la impregnó de petazetas bien molidas, como era una polera oscura, no se notaba ni un ápice.
En la mañana siguiente, ella esta lista, con su bucito rojo, el queque para la abuelita, y en una bolsa la polerita. Primero debía entregar el queque, así que se fue por el camino viejo hasta la casa de la abuelita, quien con gran regocijo la recibió encanta, y le ofreció que se quedara a almorzar con ella. Por suerte la bolsa con la polera le sirvió para poder retirarse antes, pero primero tuvo que tomar una tacita de té con leche.
Cuando llegó a la piedra en el río, estaba atrasada en 1 hora, seguro que él ya se había ido. Mientras esperaba, comenzó a nublarse, cubriéndose la bóveda celeste con una feas nubes de lluvia; no sólo era insólito, sino que muy oscuro. La niña no tardó en comprender que sería mejor volver a su casa.
Apenas se puso a correr, volvió a sentir los ruidos a su espalda, no los de la bike, sino esos otros extraños ruidos, pero ahora hacía frío, y estaba más oscuro al frente, así que se detuvo y puso oído para ver de donde venía el ruido. Detrás de unos matorrales se escuchaba un jadeo. Así que decidió acercarse a ver, pero esta vez lo que fuera que esta ahí, no se asustó y los jadeos aumentaron. Ella se detuvo, no era buena idea después de todo acercarse tanto a algo desconocido que más parecía un animal que un ser humano, si era lo mismo de ayer, podría ser un enorme, lo mejor sería no asustarse, y volver no a su casa, sino donde su abuelita que había menos árboles en el camino, y sería más claro y seguro; además ahora podría disfrutar de los ricos almuerzos que ella preparaba.
Primero siguió caminando, pero lo que fuera se le iba acercando cada vez más, luego echó a correr, y eso también corría, más y más cerca, la alcanzó, la pasó y se perdió. Ella se detuvo, ¿qué sería?, pues cuando lo sintió encima cerró los ojos pues se sintió atrapa. Y ahora que se fue, nunca sabría que pasó.
Como seguía oscureciendo, era mejor continuar con el plan y llegar dónde la abuelita. Tocó el timbre, la puerta, hasta gritó, pero nadie salió. Extrañada, empezó a recorrer el exterior de la casa, y por el patio trasero vio, que había una ventana rota, y en realidad no quedaba casi nada del vidrio.
v ¡Abuelita! – volvió a gritar la niña, con impaciencia y miedo, pero nada -.
Pensó que lo mejor sería entrar por la ventana y cerciorarse que todo estaba bien. Probablemente ella se estaba imaginando cosas malas, y no habría una explicación sana para todo, seguramente... En eso escuchó, un ruido en el interior, algo se rompió. Sin dudar más entró.
Lo primero sería prender las luces, pues apenas se veían sombras. Grande fue su sorpresa al ver que no había corriente.
v¡AAbuelita, donde estás! – Nada -.
v ¿Abuelita, eres tu? – una respiración húmeda le soplaba el cuello -.
M
Ya era de noche cuando la mamá no dio más de la angustia, sin saber dónde esta su hija, y sin poderse comunicar con su mamá, tomó la Montero y partió a verla. Ojalá estuvieran juntas, pasando la tormenta.
A mitad de camino, encontró una bici tirada, tuvo que bajarse y moverla. Pensó en el chico de la bicicleta y se le ocurrió lo peor. Continuó tan rápido como pudo y por fin llegó a una casa, oscura y solitaria.
Con la llave maestra, abrió la entrada.
v ¡Aloo!, ¿mamá?, ¿estás aquí? – intentó prender las luces, pero nada, entonces comprendió que algo malo había pasado -.
Volvió al auto y enfilándolo, prendió todas las luces, incluidas las superiores, para asegurarse que la luz que entrara por la puerta fuera lo más potente posible. Una vez dentro de la casa, un olor nauseabundo parecía impregnarlo todo, y ahora que recordaba, también lo sintió en la bicicleta que movió.
Hacia en interior de las piezas la luz del auto no bastaba, así que lo único que le quedaba era el puntero láser con el que hacía sus presentaciones, por lo menos le ayudaría a saber la profundidad del espacio y no chocar con los objetos.
Aquella luz roja, daba un aspecto aún peor al lugar. Así y todo llegó a la puerta del último cuarto, sin esperanzas pues nada encontró en las anteriores habitaciones. Con la tenue luz empezó a recorrer el piso hasta encontrar la cama y nada, ahora solo le faltaba el otro lado de la cama para marcharse a toda prisa, y desesperada. Pero sería diferente.
v ¿Hija, eres tu? – el puntero alumbraba un bultito rojo, aunque eso era difícil de precisar por ese era el color del láser -.
La mamá corrió a sujetar el cuerpo... temperatura, pulso, todo estaba en su lugar, pero la niña no despertaba. Tomándola en brazos, la subió a la cama, y entonces notó la humedad de las sábanas, estaban mojadas y el olor era... sangre. Sin más la tomó en vilo y corrió hacia el exterior, pero algo o en algo enredó sus piernas por el pasillo, y callo al piso.
Al voltear para ver qué la había tumbado, observó un pequeño cuerpecillo gris que se retorcía. No podía ser su mamá pues, ella era más grande, tampoco el chiquillo de la bici, pues su hija dijo que era mayor. Dejando a la niña a un lado, se acercó al bulto, pero aún no veía su rostro, así que encendió el láser sobre su cara.
La criatura se desfiguró, la carne se cortó según el haz de luz, su rostro desfigurado no tardó en descomponerse, licuarse y dejar un horrendo olor. Lo único que quedó de recuerdo fue la polera de aquel muchacho que nunca más vieron. En realidad sólo unos restos de aquella polera.
Sin perder más tiempo, la mujer llevó a su hija al hospital, donde le diagnosticaron un trauma severo.
Un Encuentro Inesperado
Un día, 3 años después del insólito incidente, la madre de Miriam vio un programa de TV, de esos lugares raros del cable.
vLlame ya, y haga una cita con el Doctor Misterio, el único capaz de recuperar lo que usted olvidó...
Era el típico anuncio que remite mil veces una misma idea y uno poco a poco se va convenciendo. Lo cierto es que Sofía, había intentado con mucho especialista, y ninguno había logrado desbloquear a su hija; a la fecha seguía siendo un misterio lo ocurrido, ¿qué le pasaría a su madre?, ¿estaba muerta?, la sangre en la cama resultó que era suya; en fin mil dudas.
v Buenas tardes, ¿con la consulta del Doctor Misterio?
v Señora, no se preocupe más, puedo sentir su dolor, su inmensa pena, sé por lo que está pasado ahora, no le dé más vueltas y véngase ahora mismo.
v En realidad es mi hija...
v Ah, si, esa pobre niña, puedo sentir su dolor, su inmensa pena, sé por lo que ha pasado, no le den más vueltas y vénganse ahora mismo.
v Mmmm, bueno yo quería pedir una consulta para esta semana.
v¿Qué tal hoy a las 3?
v Ehhh, no sé, ¿a las 8, mejor?
vPerfecto, no se arrepentirán... estarán muy satisfechas con el resultado.
v En su programa usted dice que si no logra recuperar los recuerdos perdidos devuelve la plata.
v Emmm, sí claro, eso es, pero de todos modos primero tengo que hacer un diagnóstico de la situación y eso tiene su precio.
v Cuánto?
v Lo mismo que la consulta, pero puede pagar con tarjeta – si la conversación hubiera sido por video teléfono, Sofía hubiera observado una esplendorosa sonrisa al final de la frase -.
v Uff, bueno, a las 8 entonces.
v Eso, a los 8, ¿y su nombre es?
v Sofía Lineros, y Miriam Izquierdo.
Con algo de desconfianza, en realidad con mucha desconfianza se preparó una vez más para una sesión de hipnosis regresiva. Tantas que había hecho y ninguna lograba Miriam traspasar al interior de la casa. Se prometió que esta sería la última.
v Buenas tardes, ¿señora Sofía?
v Sí; le presento a mi hija Miriam.
v Oh, pero que hermosa jovencita, ¿qué estudias?
vAun estoy en el colegio.
v En mi época eso ya era bueno. – aunque se veía un hombre mayor era difícil precisar cuán viejo era en realidad – Por favor pasen.
Luego de recorrer un largo pasillo oscuro, llegaron a lo que sería la consulta propiamente tal.
v Por favor tomen asiento y cuéntenme su historia – dicho esto saco una hoja de un cajón y tomo su lápiz, prestándoles gran atención -.
v Bueno, esto ocurrió hace 3 años, dos meses y 3 días.
v En qué fecha dice...
v en Enero del 2000, era el viernes 14.
v Ah... sí - era como se supiera el calendario de memoria -, y qué pasó ese día.
v Bueno, eso es lo que quiero que nos diga.
v A ver, ese día yo estaba...
v ¡Doctor!, mi hija perdió la memoria de ese, día mi madre, desapareció, creo que murió, otro chico desapareció, y yo vi algo horrible.
v Mmm..., pase por acá.
v ¡Doctor!, quiero que le haga una regresión a mi hija, no a mí.
v Mmm..., claro, que la niña pase por acá, y se recueste aquí, no es necesario que se desvista.
v ¿Qué clase de doctor es usted? No veo ningún título, ¿es psiquiatra o algo así?
v Algo así, por supuesto. Mire los título afean el decomural, usted no se preocupe – mientras decía aquello, encendió una luz que parecía de discoteca, con una bola brillante que giraba -.
A ver jovencita, quiero que te concentres en la esfera que gira – mientras tanto con un sutil movimiento de la mano hizo circular una especie de incienso y la niña cayó en un sueño profundo -.
v Doctor, ¿qué era eso?
v Shi..., - espetó rápidamente y con voz muy baja continuó – silencio, le ayudará a recordar.
v Oiga...
v Shi... A ver Miriam, ¿me escuchas?
v Sí.
v Bien, quiero que regreses al viernes 14 de febrero del 2000, y nos cuentes todo lo que pasó ese día...
Es de mañana, me levanto rápido al baño, me lavo los dientes, me doy una ducha, recojo mi buzo rojo de la ropa limpia, me lo pongo, guardo la polera del tonto, ya está lista la mezcla, me hago mi pancito, me tomo toda la leche, recojo el queque para mi abuelita y salgo a pasear.
Como era temprano, lo mejor sería que fuera a ver a mi abuelita primero, así que me pongo en marcha. Tomo el camino viejo y llego a su casa. Ella me recibe con gran regocijo. Me invita a tomar otro desayuno, y acepto, está rico el pancito y el queque también. Me cuenta historias de mi mamá, con mi papá...
v ¿Quieres quedarte a almorzar?, así te puedo contar de las leseras que hacía tu mamá en el colegio, y del cura pícaro que...
v No abuelita, o sí, pero no puedo, tengo que devolver esta polera a u amigo.
v Bueno, pero primero tomemos otra tacita de té con leche, ¿ya? – viendo que yo aceptaba, continuó – Y ese amigo, ¿es guapo?
v Sí, bueno un poco, pero no me interesa.
v ¿Es de pelo en pecho?
v Uff, es súper peludo, tiene... – recordé que estaba hablando con mi abuelita, y no podía decir que ya lo había visto en pelotas, qué pensaría de mí – fama en el colegio de ser muy peludo, todos lo comentan.
Sofía se alarmó, ¿cómo era eso que ya lo había visto sin ropa? Quizás, las cosas no pasaron cómo ella imaginaba, quizás la bicicleta en la calle, quizás... El Doctor Misterio le hizo un gesto para que se calmara y poder seguir con el relato, que cada ves se ponía mejor.
v ¿Y te gustan así?
v No sé, tendría que verlo, nunca he visto a alguien tan peludo.
Mientras terminábamos de tomar el tecito, continuó hablando de sus travesuras en el colegio de monjas, y cómo las monjas se divertían, pero yo estaba más preocupada por la hora, ya casi era una hora más tarde de lo que tendría que haberme ido, así que tomé el último sorbo, y le dije adiós.
Llegué una hora más tarde que los otros días, y él no estaba, seguro que ya se había ido. Mientras esperaba, comenzó a nublarse cada vez más, parecía que iba a llover; nunca había visto algo así. Observé el piso, y vi huellas de bici, que por lo frescas supongo que eran de hoy y de quién más sino el tonto.
Está haciendo cada vez más frío, y está más oscuro, no creo que él vuelva hoy, mejor me vuelvo para la casa. Esta polera me ha dado más problemas de los que pensaba.
Como tenía frío, me la puse en el cuello, para ver si me picaba, y con decepción vi que no me producía ningún efecto, pero no me atreví a ponérmela, así que me la deje en el cuello, y me puse a correr.
Ahora oigo unos ruidos que me siguen, se parecen a los de ayer, y eso no era una bicicleta. Así que me detengo para asegurarme del ruido que viene detrás de unos matorrales, se escuchaba un jadeo.
Comienzo a acercarme lentamente, pero lo que fuera no se calmaba ni asustaba, por el contrario, jadeaba cada vez más fuerte. - Sofía pensó: ese maldito muchacho, desgraciado... - No me atreví a acercarme más, pues parecía que era algún animal, ayer por la pisada me pareció que podía ser un perro grande. - Sofía se relajó. -
sí que me calmé, pero sería mejor volver con mi abuelita, porque el camino era más claro, por si acaso; además quizás todavía podría disfrutar de un rico almuerzo.
Mientras camino, siento que se va acercando cada vez más. Ahora estoy corriendo y eso también, y está más y más cerca, me alcanzó, me pasó, se perdió ya no lo escucho.
v Lograste escucharlo – pregunto el astuto Doctor Misterio -, no, quiero decir ¿lograste verlo?
v Cuando lo sentí encima cerré los ojos y no vi nada.
v No percibiste nada más, piensa.
v El aire se enrareció, olía mal, nada más.
Como seguía oscureciendo, decidí apurarme para llegar dónde mi abuelita.
Estoy muy cansada, toco el timbre varias veces y no pasa nada.
Abuelita, ábreme.
Nadie abre, esto es muy raro.
v ¿Hay algo más que sea raro?, vamos piensa bien.
v Sí, ese olor está ahí de nuevo. Ahora estoy recorriendo el patio, para ver si hay unan ventana abierta y entrar por último a la mala. Estoy en el patio trasero, la ventana está rota, toda rota, hay sólo unos pocos pedazos de vidrio afuera, algo la rompió desde afuera. Abuelita! Nadie me responde. Voy a entrar, no vaya a ser que mi abuelita está herida. No creo, eso sólo pasa en las películas. Estoy encaramada en el marco de la ventana, y se escucha, un ruido en el interior, algo se ha roto. Me apresuro en entrar, pero todo está a oscuras, sólo veo sombras de las cosas. Empiezo a tantear la muralla y por fin encuentro el interruptor, lo aprieto varias veces pero no encienden las luces. - Sofía estaba sorprendida, contenta y asustada, Miriam jamás había llegado hasta esta parte de la historia -. Ese mal olor se hace cada vez más intenso, me quedo inmóvil, puedo sentir que alguien respira en mi cuello. ¿Abuelita, eres tu? Lentamente me volteo, pero algo me golpea.
M
v Vamos Miriam, que ocurrió después – Miriam no reaccionaba -. Señora, ¿usted o alguien la encontró en esa habitación?
v Sí, fui yo, pero tiene que haber algo más esto no puede ser todo.
v Vamos Miriam, que ocurrió después...
v Abro los ojos, casi no puedo ver, está muy oscuro, me toco la cabeza, me duele, me duele el cuello... no tengo la polera. Comienzo a tantear el suelo y toco algo frío, y húmedo. - Mi mamá pensó Sofía. - Olía mal, era pequeño, parecía un niño, pero tenía pelos, muchos pelos. Su cara es deforme, tengo miedo, estos no son dientes, parecen colmillos, me quiero ir.
v Tranquila Miriam, es sólo un recuerdo, por favor continúa.
v Se está quejando, algo le duele, se retuerce del dolor, y sujeto su cabeza para calmarlo, ¡oh no, es horrible!
v ¿Qué es horrible, qué?
v Veo sus ojos, lo que ven sus ojos, lo que le hicieron.
Es el chico, lo veo, lo espío detrás de los matorrales, está en la roca, esperando, esperándome, él comienza a percibir mi presencia, debo moverme rápido, me aproximo por la espalda, y le muerdo el cuello, él grita, ahora calla, ya no forcejea, está muerto, lo entierro, me entierro, y comienzo a comer... ES HORRIBLE.
v Ya, tranquila, estás segura acá, continúa.
v Escucho un ruido, es la niña, soy yo, me escondo en los matorrales y la observo, no tengo hambre ahora, sólo la observo, va por el camino del bosque, allí puedo atacarla, lo voy a hacer pero ella se detiene, se voltea hacia mí, pero no me ve, ahora se me acerca, un poco más, un poco más, pero se detiene, ahora se aleja va por el otro camino, tengo que alcanzarla.
Corro detrás de mí, y entiendo, ella va hacia la cada solitaria, sí la he visto antes, allí podré ocultarme y comérmela. Corro tan rápido, que desaparezco y llego primero. Pero hay alguien en la casa, y hay luz. Ahora corto los cables, y para distraerla arrojo una gran piedra contra el ventanal de atrás, me doy media vuelta, y entro por... por abajo. Ella, mi abuelita, se acerca a la venta, y yo aparezco detrás de ella, ahora me siente, siente mi respiración, tiene miedo, mucho miedo, la muerdo... ¡NO!
v ¿Qué pasa? – Sofía se asustó, Miriam no se movía -.
v No quiero ver más, y suelto al animal cosa, y comienzo a golpearlo, lo golpeo, agarro algo pesado y trato de romperle la mandíbula. Tiene atrapado en sus dientes mi polera, la que llevaba en el cuello, el desgraciado quiso comerme. Desgraciado muere, muere, muere...
v ¿Qué pasa? – Sofía se asustó, Miriam no se movía -.
v Creo que se ha desmayado.
v ¿Cómo que cree?, ¿qué le está pasando a mi hija?
v Sí, se desmayo fue demasiada presión, pero no está desmayada, es como antes, estaré viviendo ese momento. Todo esto es muy raro, me ha hecho recordar... -¿Mamá eres tu?-
v ¿Usted estaba ahí? – preguntó el Doctor a Sofía, quién le dijo que ella llegó más tarde esa noche -. Despierta Miriam, a la cuenta de tres... Tranquila Miriam, vas a estar bien, aquí no hay peligros...
El Sibarel