Era un día esplendoroso, iluminado y con temperatura muy agradable, ideal para recorrer las cuadras de San Telmo.
Iba sin ninguna expectativa formada, sólo quería caminar y disfrutar de las antigüedades.
En un pasaje de la tercera cuadra a mano derecha encontré un sitio especial y un espejo rococó traido por inmigrantes europeos en el siglo XIX me embrujó. Fue inexplicable mi adoración por ese espejo y mi reflejo magnífico. Su historia era simple, pasó a manos de una familia argentina que se volvió una de las más poderosas de la región hasta que cayó en desgracia. Lo compré, no pensé en nada más.
Lo envolví con mucho cuidado para que no se estropeara en la maleta y ya de vuelta en Santiago lo desempaqué y colgué en mi habitación.
A las 3:33 AM una curiosa luminosidad envolvía mi cuarto, eso me despertó. La fuente parecía venir del espejo. Me acerqué sin temor, mi curiosidad era enorme. Sólo se reflejaba ténuemente mi rostro, pero de pronto mis ojos ya no eran los míos, ni mi nariz, ni mis labios, ni yo mismo. Era otro ser el que me miraba y cuando quice retroceder por el terror me encontré inmóvil dentro del espejo.
La espantosa creatura se dirigió a mi cama y se acostó en ella.
Desdes entonces la veo hacer mi vida, se casó con la mujer que yo amaba y tuvo unos hijos monstrusos que cada vez que me ven me sacan la lengua pútrida.
¿¿Qué nadie más los ves?!
Dark Sibarel