sábado, noviembre 15, 2008

Jalogüin












N Sí, sí, ya tengo todo listo, sólo espero que ahora todos nos den hartos dulces.

N Ay, Pau, tení’ que ser siempre la más urgida.

N Ay, que soy… No importa, nos vemos a las ocho porque a mí me dieron permiso hasta las diez.

N Pero no les dijistes que vamos con los chiquillos.

N Por eso me dijeron que hasta las diez no más. Ya, y ahora debo terminar con mis tareas.

N Bueno hasta las ocho en la casa de Pete.

N Chao, Pam.

N Chau.

N Oye, Pam, con ¿quién estabai’ hablando?

N Con la Pau, Zule.

N Ah… ¿Hiciste tus tareas?

N No, pero las hago el sábado.

N Tu mamá se va a enojar, ya sabí’ que no le gusta…

N ¡Vá!, siempre se enoja, y siempre hago lo que quiero; y tú te quedai’ piola.

N Ay Señor… si no fuerai’ mi regalona te pegaría. Sólo espero que no termines siendo…

N ¿Cómo mi madre?

N ¡No, niña!, una cualquiera como esas que se paran en las esquinas.

N No sé, todavía soy muy chica, pero cuando me crezcan – dijo mirándose los pechos – te lo diré.

N Ya saliste con tus tonteras, quédate callá’ mejor si no querí’ que me enoje feo.

N Hay, nanita que le poní’ también. Oye, si me llama el Pete me avisai’.

N Sí, oh.

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N ¡Espérame, Pete!… ¿Cómo estai’? ¿Tení’ todo listo?

N Síiiiiiiiiiiiiiii – le contestó a Salvador en el oído -. ¿Y túuuuuuuuu?

N También - apenas le salió la voz a Salvador, mientras sus manos seguían cubriendo sus pequeños oídos -.

N Sácate las manos de ahí pajarón, que parecí’ niñita.

N ¡Córtala con eso! – su voz se hizo algo más firme y su tono más alto -. O te podí’…

N ¡Qué! – sus cuerpos se enfrentaron y sus miradas se atravesaron como cuchillos buscando un corazón que atravesar. La respiración de Salvador desapareció. - Tranquilo, Salva… ¡Ya!, respira mejor, o te vas a perder él Jálogüin de tu vida.

N Pero no me molestí’ más, ¿ya?

N Sí, oh. ¿Trajiste tu disfraz?

N Sí.

N ¿Y la bolsa para los dulces?

N No.

Pete otra vez se enojó, pero respiró hondo, y calmándose le dijo:

N Bueno vamos a mi casa, allá nos cambiamos, y yo te paso una bolsa.

N ¡Ya, pero vamos rápido! Recuerda que le prometiste a la Pam y a la Pau que iríamos con ellas.

N ¡¿QUÉ?!, otra vez no. ¿Cuándo dije eso?

N Bueno, yo le dije que tu dijiste que…

N ¡Desgraciado! – Su rostro encolerizado asustó a Salvador, quién salió corriendo, esquivando las patadas que le arrojaba Pete -.

La verdad es que Pete y Salvador eran amigos de toda una vida, bueno hace cuatro años, pero cuando se tiene nueve eso es harto. Siempre andaban peleando, golpeándose y molestándose con sus amigas, nadie sabía a quién le gustaba cuál o si era al revés, pero lo cierto es que cuando se juntaban los cuatro, siempre ocurría algo terrible, no para ellos, sino para los pobres adultoides que se cruzaban en su camino.

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N ¡Ya llegaron! – Gritó Salvador -.

N Ya sé, no grites tanto, mejor anda a abrirles la puerta, y trata de no parecer tan contento.

N ¿Vá, y que tiene?

N ¡Qué parece que nos gustaran!

N Pero, si son bonitas.

N Pero si son bonitas – dijo Pete remedándolo -.

N Ya poh’, córtala, prometiste no molestarme más – mientras tanto el timbre seguía sonando -.

N Sí, anda no más.

Salvador no alcanzó a llegar a la puerta, cuando la hermana mayor de Pete la abrió desde afuera.

N Entren niñitas, yo buscaré, a Pete. – En ese momento vio a Salvador que iba hacia ella. - Hola Salva, me imagino que estás con Pete adentro.

N Hola Pachi. Hola Pam, hola Pau.

N ¿Y Pete? – contestó Pam -.

N Hola, Salva – le dijo Pau a Salvador -.

N Estamos adentro, en su pieza, vamos – fue la invitación que hizo Salvador a las niñas -.

N Alto, ¿cómo que vamos a la pieza? – intervino Pachi -.

N Es que no vamos a disfrazar – contestó Pam -.

N Así será, pero ustedes dos se van a cambiar en el baño, y los hombres, en la pieza, y rapidito no más.

Todos contestaron que: “Bueno”, y se fueron a disfrazar. Una vez listos, los monstruos se reunieron en el living. Pam fue la primera en hablar.

N ¿Y a dónde nos van a llevar?

N Espero que no sea donde el año pasado – comentó Pau -.

N ¿Qué tuvo de malo? Recibimos dulces – aunque en realidad Pete no pensaba ir donde mismo, sólo contestó eso para molestar a Pau -.

N Sí pero, fueron pocos - cada vez que alguien molestaba a Pau, Salvador la defendía -.

N A quince cuadras de aquí, se encuentra el antiguo barrio residencial, unas amigas mías fueron allí el año pasado y obtuvieron hartos dulces, al parecer hay muchos abuelitos – claramente a Pau sólo le interesaban los dulces -.

N Hay, pero que fome, ya estoy aburrida de escuchar sermones, y los viejos siempre te dan la lata.

N Sí, es buena idea, allá vive el rector de mi colegio, si tenemos suerte, a lo mejor me puedo desquitar – Pete no sólo quería divertirse haciendo travesuras sino también contradecir siempre a Pam, y cómo era un líder natural todos terminaban por hacerle caso -.

N Entonces vámonos al tiro porque yo tengo que regresar a las diez.

Todos miraron a Pau, con esa expresión de: “Otra vez, nos embarras la diversión”, pero a pesar de eso nunca la abandonaban.

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N ¡Travesura, o dulce! – gritó el conjunto de voces infantiles -.

N ¿Qquuee? – la voz temblorosa de una ancianita que no tenía idea ni del año en que vivía -.

N ¡Travesura o dulce abuelita! – gritaron esta vez con un tono más rudo-.

N No, noo, nooo. Aquí no hay ninguna fiesta de disfraces, niñitoss.

N No, abuelita – dijo Pau – hoy es Jálogüin, y debe darnos dulces, o le…

N O le romperemos los vidrios, ¿entendió? – Pete se había acercado a la señora, y aprovechó de gritarle al oído -.

N ¡Hay, Matías venn! – gritó desesperada la abuelita, y luego los ladridos de un perro asustaron a los chicos -.

Los cuatro irreverentes echaron a correr cuando vieron que detrás de las piernas de la señora se asomó la cabeza de un perro negro, chico, pero corpulento, parecido a esos que usan en las películas de terror, medio satánico. Alcanzaron a correr una cuadra cuando vieron que el perro ya no les seguía.

N ¡Estúpido! – le gritó Pam a Pete -, por tu culpa ese animal casi nos come.

N No pensé – su voz jadeaba – que esa vieja tendría uno de esos perros.

N Ya no peleen - dijo Salvador -, aun tenemos pocos dulces.

N Y a mí sólo me queda media hora – Pau estaba decepcionada, pues el año pasado había recogido más dulces que ahora -.

N Intentémoslo un par de veces más – Pete no estaba dispuesto a rendirse fácilmente -.

Los chicos se acercaron a una casa vieja y destartalada, pero antes de tocar el timbre se asomaron por la ventana. En el interior se observaba un hombre mayor, mal vestido, pues los colores no combinaban.

N Ese viejo es mi rector – fue el comentario en voz baja de Pete -.

N ¿Y qué quieres hacer? – Pam se le acercó y lo tomó del brazo -.

Pete se había sonrojado, siempre le pasaba cuando ella lo tocaba y Pam lo sabía perfectamente, aún así volvía a hacerlo una y otra vez. Pero ahora, fue diferente, por que la máscara de Pete lo encubría.

N Ya sé – Pete por fin logró sacar el habla -, tomemos de la fruta que hay en el piso y si no nos da dulces se la tiramos encima.

N ¿Y nada más? – Pam parecía decepcionada -.

En realidad las intenciones de Pete iban mucho más allá, pues no sólo recogió de los damascos que se encontraban en el piso, sino también unas piedras que disimuló.

N No te preocupes - le contestó - ya verás.

Con sigilo se acercaron a la puerta y tocaron el timbre. Cuando la puerta se abrió gritaron: “¡Travesura, o dulce!”.

N Chiquillos de mierda, gringos al peo, váyanse a la cresta – fue la elocuente respuesta de aquel rector -.

N Ahora – gritó Pete -.

Mientras los demás niños le tiraban la fruta al sorprendido rector, Pete se paró frente a la ventana y le tiró, de a una, todas las piedras que tenía, no quedando ningún pedazo de vidrio en pie.

N ¡Pero, animal! ¿Qué haz hecho? – la voz del rector estaba encolerizada -.

El hombre se abalanzó sobre Pete, pero el niño fue más rápido y le tiró uno de los damascos que se había guardado, dándole justo en un ojo. Tal fue el dolor que le causó, que lo derribó, y cómo se golpeó la cabeza contra el suelo quedó medio aturdido, sin poder ponerse de pie. Al escuchar otras voces desde el interior, los niños arrancaron nuevamente, corriendo más de cinco cuadras y dando diversas vueltas.

N Alto, alto, por favor, ya no puedo más – Pau estaba apunto de vomitar -.

N Sí, por favor paremos – solidarizó Pam -.

N Muy bien – dijo Pete -.

Cuando ya estaban un poco más tranquilos, Salvador se abalanzó contra Pete y empujándolo contra una muralla, le increpó:

N ¿Por qué lo hiciste?

N ¿Acaso no viste como nos trató? Y eso que es rector.

N Sí, pero tu le rompiste la ventana, mi papá me dijo que si uno rompe una ventana ajena puede ir a la cárcel.

N No seas tonto, el tipo es un grosero y más encima el otro día le pegó a una niña que no quiso acompañarlo a la inspectoría.

Todos se quedaron callados un rato, comprendieron muy bien que se trataba de un hombre malo que merecía ser castigado. Pasaron unos minutos, hasta que Pau dijo:

N Ya es tarde y me tengo que ir.

N Yo te acompaño – Salvador no podía permitir que se fuera sola -.

N Sí vámonos todos mejor - acordó Pam -.

N Bueno, vámonos por acá que es más seguro – Pete ya se encontraba tranquilo, y no quería correr ningún nuevo peligro -.

Estaban como a seis cuadras de la casa de Pau, cuando Pam habló:

N Ven esa vieja casa – todos asintieron – todavía tiene luces prendidas y por lo que sé, allí vive una vieja solterona que adora a los niños.

N ¿Y tú cómo sabes eso? – le preguntó Pete sin mucho interés realmente -.

N La Mari, me dijo que en el Jálogüin del año pasado, esa señora llenó de dulces a los que le golpearon la puerta.

N Pasemos entonces – Pau abrió sus ojos de par en par -, total nos queda en el camino y no creo que tengamos problemas.

N ¿Y si los tenemos? – Salvador aún no se tranquilizaba -.

N A mí, todavía me quedan piedras – respondió Pete -.

N Sin piedras o te acuso a mi papá – dijo Salvador con el ceño fruncido -.

N Guagualón.

N Ya basta – por primera vez intervenía Pam en sus peleas, y tomando del brazo a Pete le dijo – vamos a golpear mejor.

Los niños se reunieron frente a esa vieja puerta sin mucha luz. No había timbre, así que Pete usó una de sus piedras y tocó. Volvió a tocar pues nadie abría.

N Esta es la última vez, si no abre nos vamos – todos asintieron -.

Como nadie abrió se dieron vuelta para irse, entonces la puerta se abrió de golpe y los niños se voltearon asustados. El interior de la casa estaba oscuro; mientras ellos se miraban interrogativamente, la luz se encendió tan intempestivamente como la puerta y pudieron ver a una viejecita vestida de negro, con una capucha negra de la cual parecían colgar unos largos cabellos canos. Pau se decidió a hablar a pesar de no saber si la expresión del rostro de aquella mujer les sonreía para bien o para mal.

N ¡Travesura, o dulce!

N ¡Travesura! – gritó histérica la vieja, sacando desde su espalda una de esas pistolas lanza agua y disparándoles a discreción un líquido color amarillo verdoso muy pestilente - ¡Ahora sabrán lo que es tener miedo!, jajajajajaja.

Los niños corrieron muuy asustados, los gritos de la vieja parecían perseguirles desde el interior de sus cabezas, cada uno arrancó hacia su propia casa, ya nadie se preocupó por nadie.

El primero en llegar a su casa fue Pete, pues aunque vivía un poco más lejos era el que más rápido corría. A pesar de todo reía, claro que se había asustado, pero no tanto como el resto; lo mejor fueron las caras que pusieron, y sobretodo las lágrimas tontas de Pau. Sin embargo el olor era muy desagradable, mejor sería que se bañara, y luego les llamara para saber si estaban bien.

Se preocupó por entrar discretamente a su casa, para no llamar la atención de sus padres y hermana. Una vez en el baño se desvistió y se metió a la ducha. Comenzó lavándose el pelo, por un momento le pareció que lo tenía más largo, luego empezó a lavarse la cara y entonces se dio cuenta que también tenía pelos en la cara. Se asustó y pensó en la vieja, salió de la ducha sin terminar de lavarse y se miró en el espejo.

Pete no pudo contener el grito cuando se vio todo cubierto de pelos, no sólo la cara sino todo el cuerpo. Se calló tratando de calmarse y entonces presenció la peor parte, sus manos se estaban alargando y sus orejas también, sus pies se deformaban mientras le crecía el hocico. Sus últimos pensamientos fueron: “Me estoy convirtiendo en un hombre-lobo…”.

La pieza de Pachi era la que se encontraba más cerca del baño, por lo que fue la única que escuchó su grito. Como sus padres eran muy estrictos, no quiso preocupar a nadie y fue a ver que tenía su hermano.

N Psiii, Pete – dijo en voz baja -, soy yo ¿qué pasa?

Como no le contestó acercó su oreja a la puerta y escuchó un leve jadeo. Se detuvo un momento y luego reaccionó molesta.

N ¡Vamos ábreme la puerta ahora mismo! - cuando tomó la manilla, ésta giró con facilida - ¡Es mejor que estés vestido jovencito, porque voy a entrar! – no estaba segura de lo que estaba ocurriendo allí adentro pero pensó que no sería nada bueno -.

Aun no terminaba de abrir la puerta cuando Pete el lobo, la tiró hacia dentro.

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La segunda en llegar a su casa fue Pau. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero la peor parte era lo sucio que había quedado su vestido. Como buena hija única, la sobreprotección de sus padres sólo era superada por lo estrictos que eran con ella. Sabía que si la veían así no la dejarían salir nunca más con los chicos. Así que se las ingenió para entrar por el patio.

La mamá que estaba en la cocina, escuchó unos pasos en el patio y preguntó:

N ¿Quién está ahí?

N Soy, yo mamá – respondió algo temerosa Pau -.

Mientras la mamá de Pau salía a verla al patio, ésta dio vuelta a la casa y entró por otra puerta, con la esperanza que su papá todavía no hubiera llegado.

La suerte parecía acompañar a Pau, pues el camino estaba libre de adultoides, por lo que entró rápidamente al baño.

Antes de sacarse la ropa prefirió lavarse la cara, pues ya no soportaba ese desagradable olor. No había terminado de lavarse cuando no pudo resistir las ganas de vomitar, mientras sus manos se movían como alas desesperadas. Cuando por fin terminó, quedó con un sabor muy pestilente en la boca, así que tomó su cepillo de dientes y echándole su pasta intentó cepillarse, pero no pudo.

Algo ocurría con la boca de Pau, ¿o serían sus dientes? Abrió su boca tanto como pudo y entonces se dio cuenta, ¡TENÍA COLMILLOS!. Se apartó bruscamente del espejo, se sentía mareada, la habitación parecía dar vueltas, en cualquier momento caería, pero aprovechando el último resto de vida que le queda se tomó del lavamanos y se aproximó al espejo.

Su impresión fue tan grande que no pudo gritar, vio, mejor dicho no se vio. Poco a poco su reflejo iba desapareciendo. Lo último que alcanzó a ver de sí en el espejo fue cómo crecía su cabello y uñas.

N Pau, ¿estás bien? – era la voz preocupada de su madre que nunca la había visto entrar a escondidas, pues siempre la saludaba con un beso -.

Como Pau no contestaba, quiso entrar pero la puerta estaba cerrada por dentro.

N ¡Vamos hija, abre la puerta!, me estás asustando.

Para tratar de escuchar mejor lo que podía estar ocurriendo en el baño, también acercó su oreja a la puerta. Entonces escuchó que descorrían el cerrojo y sin pensarlo abrió la puerta.

Pau no se veía por ningún lado, así que se acercó a la tina y tiró de la cortina para ver si estaba escondida dentro, pero no. Detrás de sí escuchó que cerraban la puerta y se volteó rápidamente. Vio que estaba sola en el baño, Pau debía haber salido.

Corrió hacia la puerta y la abrió. Sacó la cabeza del baño y no vio a nadie en el pasillo, pero escuchó que se cerraba la puerta del dormitorio de Pau, por lo que se apresuró en ir. No pudo creer lo que vio, en vez de cama había un ataúd y toda la pieza parecía estar cubierta por telarañas.

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Salvador fue el próximo en llegar a su casa. Estaba muy asustado, y aunque se arrepentía de haber dejado sola a Pau, esperaba que ésta se encontrara bien. Tenía que llamarla por teléfono, pero primero debía lavarse, estaba francamente hediondo.

Sus padres y hermanos estaban en el living, viendo seguramente alguna película de video. Pasó corriendo por detrás y les gritó: “¡Hola!”, todos lo saludaron sin darle mucha importancia. Sólo el papá preguntó:

N ¿Qué hora es?

N Las diez cariño, Salva siempre cumple con los horarios.

N ¡Ah!, mira esta parte es muy buena… - continuó el papá -.

Sin que le prestaran más atención, Salvador logró llegar al baño y sacándose toda la ropa entró a la ducha.

Empezó a jugar con las llaves del agua para lograr una temperatura agradable, pero notó que no sentía la temperatura. Y como tampoco sentía frío, se echó abundante shampoo y harto jabón en el cuerpo. Estaba lavándose el pelo cuando notó que lo tenía mucho más tieso que de costumbre, así que dejó escurrir bastante agua sobre su cabeza, y luego quiso tomar de nuevo el shampoo que había dejado a su espalda para aplicar una segunda dosis, pero al girar se resbaló y calló bruscamente sobre la tina. Reaccionó muy sorprendido pues el golpe no le dolió.

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Por fin Pam llegó a su casa, estaba muy cansada, pero ya se le había pasado el susto. Entró en su casa sin preocuparse demasiado y fue interceptada por su nana.

N ¡Hay, niñita por Dios!, ¿qué te pasó?

N Nada oh; una vieja cul…

N ¡No, sin garabatos!

N Una vieja nos echó un líquido asqueroso.

N Alguna maldad que le habrán hecho, poh’.

N No, sino alcanzamos, ella nos atacó primero.

N Ya, a lavarnos, antes de que llegue tu mamá.

N Sí, sí, ya voy.

N Vamos será mejor, mira que tení’ el pelo hecho una inmundicia.

Luego de quitarle la ropa a Pam, la nana acomodó la temperatura del agua a su gusto e hizo pasar a la niña.

N ¡Ay!, no tan fuerte que me duele.

N Nada de ¡ay!, aunque te duela te voy a restregar para sacarte esta porquería de encima.

Zulema estaba resfregando vigorosamente el pelo de la niña, cuando sacó un mechón completo de pelo con cuero cabelludo y todo. De la impresión gritó, y resbaló golpeándose levemente la cabeza. No quedó aturdida pero si algo mareada.

N ¿Qué pasa Zule?, ¿por qué gritaste?, ¿estas…? - la niña de pronto perdió el habla, y la razón -.

Contorneándose con brusquedad, Pam se incorporó y vio a la mujer, que sostenía en su mano lo que antes fue un mechón de su cabello, tendida en el piso. Con una especie de gruñido-lamento, le arrebató a Zulema el mechón de pelo, con mano y todo.

Zulema gritó más horrorizada que por el dolor. Luego de combatir unos segundos contra Pam la zombi, ésta la estranguló sin importar todos esos años en que fue su nana, y acto seguido empezó a devorar su carne.

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La mamá de Pau, se estaba acercando al ataúd pero escuchó que alguien entraba por la puerta principal.

N ¿Eres tú, Francisco?

N Sí, mi amor ya llegué.

Sin poder controlarse, corrió hacia su marido y llorando lo abrazó.

N ¿Pero qué pasó? – Francisco estaba sorprendido de ver a su mujer en ese estado de angustia -.

N No lo sé, ven y mira tú mismo.

Juntos entraron en la habitación de la niña.

N Está bien que hoy sea noche de brujas, ¿pero no te parece que esto es demasiado? – el asombro de Francisco había aumentado -. No me dirás que Pau está ahí adentro.

N No lo sé – dijo la mujer con lágrimas en los ojos -.

N Pero ¿por qué estás tan alterada? Esto es un juego ¿no?

N No lo sé – parecía que estaba ida, no podía razonar -.

N Está bien, yo abriré el ataúd y terminaré con esta lesera.

Con su esposa aferrada al brazo izquierdo, Francisco se acercó al ataúd y juntando todas sus fuerza lo abrió. En el interior había una mujer, ¿o sería su hija?. Era Pau, pero más desarrollada, tenía pechos y escote, más unos seductores labios carnosos y rojos, toda cubierta de negro.

N Hola, papi. ¡Te estaba esperando! – su cuerpo se incorporó rígidamente quedando de pie sobre el ataúd y su boca a la altura del cuello del incrédulo hombre -.

La mamá se aterró aun más y retrocedió con brusquedad tratando de llevarse consigo a su marido, pero no pudo. Francisco estaba sometido a una voluntad superior y sin luchar le ofreció su cuello.

Los dientes de Pau, se enterraron en un cuello virgen, y la sangre brotó a chorros. Entonces la mamá quiso separarlos, pero Pau la arrojó lejos, dejándola inconsciente.

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N ¡Ay! – gritó Pachi ante el brusco tirón y encolerizada se sujetó de Pete-lobo -.

La muchacha no alcanzó a gritar, Pete fue más rápido y con un fuerte empujón la estrelló contra la muralla. Un pequeño hililllo de sangre comenzó a correr por el piso.

Pete-lobo se acercó a Pachi y comprobando que aún respiraba, le rasgó la blusa, dejando al descubierto unos hermosos sostenes de encaje blanco.

N ¿Chicos, pasa algo?

La mamá se acercaba porque había escuchado bulla.

N ¿Pasa algo? – preguntó desde la pieza el padre -.

N Voy a ver – le respondió la mamá -.

Al acercarse al baño notó que estaba la puerta abierta y la luz se apagó de súbito. Entonces supo que algo pasaba y se apresuró a entrar. Iba a prender la luz cuando una fuerte bofetada la dejó aturdida, en circunstancias que su cuerpo se desplomó en el corredor.

El ruido de la caída hizo levantarse al papá. Al asomarse al corredor, vio que unos corpulentos brazos velludos arrastraban a su mujer dentro del baño. Quiso correr pero se devolvió a buscar la escopeta y en unos pocos segundos la tenía cargada y lista para matar. Entonces corrió por el pasillo y llegó hasta la puerta del baño, el cual se encontraba a oscuras.

Parado frente a la puerta, el hombre gritó:

N ¡Quién está ahí!

Nadie respondió, pero escuchó un fuerte jadeo y luego vio dos lucecitas verdes fosforescentes que lo miraban. Sí, esos eran ojos, y no podían ser de un humano, algún tipo de animal tenía allí a su señora. Y aunque no podía ver nada más, tiró justo entre los ojos.

El impacto fue perfecto, un grito de animal rugió de dolor, y el sonido de un golpe confirmó el resultado.

Intrépidamente, metió la mano dentro del baño y encendió la luz. Allí estaba tendida en el piso su esposa, casi sin ropa y dentro de la tina estaba su hija en iguales condiciones.

Enfocó con su arma al animal, a Pete-lobo. Éste estaba algo mareado, pero apenas se repuso saltó sobre su padre, quien volvió a dispararle y a derribarlo. Sin embargo, esta vez Pete cayó hacia delante y fue capaz de volver a saltar y caerle encima a su padre, impidiéndole de esta forma disparar más.

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Con dificultad Salvador logró ponerse de pie, pues frecuentemente se resbalaba. Al intentar salir de la tina se cayó nuevamente y rebotó en el piso, pero nada le dolía. Como pudo se limpió los ojos, y al observar sus manos y su cuerpo, vio que eran de… madera, sí de madera, palo. Con gran desesperación se puso de pie para acercarse al espejo del baño. Su boca se abrió de par en par al verse convertido en lo que más lo asustaba.

Uno de sus hermanos quiso entrar al baño, y preguntó:

N Salva, te falta mucho, estoy que me hago.

N No… sí, espérate un rato –no sabía que contestar lo mejor sería mentir-.

El hermano se volvió a ver la película al living y Salvador respiró hondo. Al mirarse nuevamente en el espejo vio que su nariz había crecido un poco.

N No, no puede ser, no quiero ser como él, ¡por favor que alguien me ayude! – su súplica fue tan sincera y de corazón que una bella hada se materializó detrás de Salvador -.

El niño al ver por el espejo detrás de sí a tan hermosa mujer se ruborizó pues aún se encontraba desnudo.

N ¡¿Quién eres tú?!

N Soy tu hada madrina.

N Oh, mi Dios, estoy loco.

N No Salvador, estas embrujado.

Cubriéndose con las manos su pequeños genitales de madera se volvió hacia el hada.

N ¡Fue la bruja que nos echó ese líquido asqueroso!

N Así es. Toma, ponte tus ropas.

Con un leve giro de su varita mágica el hada limpió las ropas del niño y se las acercó.

N ¿Me puedes ayudar?

N Claro.

Con otro leve giro el hada lo vistió.

N No me refería a esto, pero gracias. ¿Me puedes ayudar a ser normal otra vez?

N Sí, claro. Pero primero debes prometerme que serás un buen niño y nunca más dirás mentiras.

En realidad Salvador era un buen niño y nunca mentía.

N Sí, por favor hazme humano otra vez.

N Muy bien , entonces…

N Alto, ¿tu sabes que pasó con mis amigos?

N A ver, déjame ver… Sí.

N ¿Qué? ¿Están como yo?

N No, me temo que es mucho peor.

N Pero los puedes ayudar también?

N Sí, pero para eso debo estar frente a ellos.

N Bueno, entonces transfórmame y vamos a ayudarlos.

N No puedo hacer eso.

N ¿Por qué, si recién me dijiste que podías?

N Sí, claro que lo dije. Pero si te transformo a ti primero, yo dejaré de existir.

N ¿Quieres decir que si me transformas tú mueres?

N No muero, yo no soy real como tú. Pero existo en la medida que el hechizo que te echaron sigue activo, y si te lo quito, yo no más.

N Entonces primero debemos convertir a mis amigos y al final me transformarás a mí, ¿verdad?

N Sí, así sí. Pero no será fácil.

N ¿La bruja lo puede evitar?

N No todavía, pero mientras más nos demoremos más dificultades encontraremos.

N Entonces vámonos – las palabras de Salvador iban cargadas de un valor nunca antes visto en él -.

N Vamos primero a la casa más cercana.

N Esa es la de la Pam.

N Oye, Salva, está listo el baño – otra vez su hermano -.

N ¡Qué hacemos ahora! – preguntó Salvador al hada -.

N Yo me encargo. Hechizo del tiempo: ¡Hasta que tú, Salvador, no vuelvas, los de esta casa permanecerán como estatuas!

La varita resplandeció con muchos colores, y todos los de la casa, quedaron inmovilizados, menos Salvador y el hada.

N Vamos - dijo Salvador -.

N Vamos.

Ambos se quedaron mirando fijamente, hasta que Salvador preguntó:

N ¿Por qué no pasa nada?

N Tú, me tienes que llevar a la casa de Pam.

N ¿Caminado?

N Sí, claro. ¿De qué otra forma?

N Bueno, con tu varita.

N Ah, era eso! Lo siento pero mis poderes no son ilimitados, y si abuso de ellos no podré deshacer el hechizo de la bruja.

N Pero en la calle todos nos verán.

N ¿Y qué importa? Hoy es Halloween.

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Mientras Salvador y el Hada corrían por las calles sin llamar la atención de nadie, pues muchos niños aun andaban disfrazados, la mamá de Pam llegó a la casa.

N ¡Hola! ¡Ya llegué! – como nadie contestó, volvió a saludar - ¡Holaaa, lleguéee!

Las luces del segundo piso estaban encendidas y se podía escuchar un ligero chapoteo. Así que pensado que seguramente la Zulema estaría dándole un baño a su hija, se dirigió hasta la cocina y ordenó la mercadería que traía.

Luego de colocar las últimas cosas en el refrigerador comenzó a subir por las escaleras, y una vez arriba, se dio cuenta que efectivamente estaba prendida la luz del baño, pero decidió que sería mejor cambiarse de ropa primero. Como su habitación estaba al otro lado del baño, no pasó por éste.

Dejó su cartera sobre el velador, se sacó la ropa lentamente y la colgó en el closet. Luego se cubrió con una bata rosada, que era él último regalo que la había hecho su difunto esposo. Sobre el velador conservaba su foto, se acercó y la tomó; la miró con detención, le dio un beso con su dedo y la dejó en su lugar. Era el momento de ver como estaba su niña.

Estaba justo frente a la escalera rumbo al baño, cuando sonó el timbre.

N ¡Yo abro! – grito hacia el baño -.

Iba bajando las escaleras lentamente cuando sonó de nuevo el timbre.

N Ya voy, espérense un poco – sin apresurarse terminó de bajar -.

Ultimamente habían ocurrido varios asaltos en la zona, por lo que prefirió mirar quién era a través del ojo mágico. Afuera se encontraba una mujer que parecía un hada y un niño disfrazado. Sin abrir la puerta les gritó:

N Ya es muy tarde para seguir jugando, aquí estamos acostados.

N Señora Fernanda, soy yo, Salvador, quisiera hablar un poco con su hija.

Fernanda recordó que Salvador era un buen niño, y pensó que seguramente se trataba de algo más o menos importante, así que se decidió a abrir la puerta.

N Hola Salvador, no te había reconocido con tu disfraz. Hola señora, ¿usted es la mamá?

N No, no - se apresuró en contestar Salvador -, ella es mi… tía.

La nariz de Salvador creció un poco, pero como Fernanda estaba mirando al hada, no se dio cuenta.

N Mucho gusto entonces, ¿cuál es su nombre?

Antes que Salvador mintiera otra vez, el hada habló:

N Puede llamarme Blanca.

N Por favor pasen. Iré a buscar a Pam.

N No se preocupe – respondió Salvador -, nosotros podemos ir a buscarla.

N No, lo siento, pero ella está tomando un baño. Iré a ver que esté lista y la traeré de inmediato. Por favor tomen asiento.

Mientras Fernanda subía por las escaleras, Salvador y el Hada Blanca esperaban de pie en el living.

N Se avecindan problemas Salvador, será mejor que te prepares.

N ¿Tu crees?

N Sí, pero aún no podemos hacer nada. Cuando yo te diga “¡Ahora!” subiremos por las escaleras.

N ¿Por qué no detienes el tiempo como en mi casa y subimos altiro?

N Ya te dije, pierdo mis poderes.

Apenas Fernanda gritó, el hada dio el vamos. Pam había devorado casi la mitad del cuerpo de su ex-nana, y al ver a su ex-mamá en la puerta se avanlanzó sobre ella.

Fernanda, apenas sí reconocía a su hija, pero el shock que le provocó ver tan horripilante escena no le permitió escapar. Pam-zombi cayó sobre ella y de un mordisco le arrancó el brazo izquierdo, por lo que Fernanda perdió el conocimiento.

N ¡No, Pam, alto! ¡No sabes lo que haces! – fue el desesperado grito de Salvador -.

N Ella no te puede entender – dijo el hada -. Necesito que la inmovilices para que la pueda tocar con mi varita y quitarle el hechizo. Ah, pero ten cuidado, como ahora eres de madera ella te puede romper.

N Sí, entiendo.

A pesar de que Pam se daba cuenta que se acercaban a ella, no le importaba, pues lo único que tenía importancia en ese momento era devorar carne humana fresca, y como Salvador era de madera y el Hada era un hada, no tenían olores humanos.

Casi sin dificultad Salvador se colocó detrás de Pam, pero cuando quiso sujetarla comenzaron los problemas. De un solo golpe, Pam tiró lejos a Salvador, quien prontamente se puso de pie y se abalanzó sobre ella, logrando pasar sus brazos por debajo de los de ella, cruzando sus manos por detrás de la cabeza para hacer palanca.

Por unos segundos la situación pareció controlada. El hada iba a tocar con su varita a Pam, cuando ésta mordió el brazo de Salvador arrancándole un pedazo que por poco se lo corta. Los trozos de madera que retuvo en la boca se los escupió al Hada quien tuvo que retroceder, al tiempo que lanzó a Salvador contra la muralla.

N ¡Salvador, ¿cómo estas?!

N Bien, a pesar que se ve mal no me duele. Pam es muy fuerte, ¿qué podemos hacer? – mientras tanto Pam-zombi volvió a devorar a su ex-madre -.

N Ven, mejor será que busquemos con qué amarrarla.

N Pero…

N No discutas, vamos.

Nada parecía ser lo suficientemente resistente como para amarrar a un zombi. Dentro de las cosas que encontraron, consiguieron un palo con el que el hada reforzó el delicado brazo de Salvador.

N Mira – Salvador apuntó con su dedo -, esa es cinta de embalaje –por fin se le ocurría un plan -.

N Y de que nos sirve – preguntó el hada -.

N Es muy resistente a la tensión. Si logramos darles hartas vuelta con ella a Pam, quedará totalmente inmovilizada.

N Déjame probarla –con la cinta terminó de reforzar el brazo de Salvador-. Sí, creo que nos servirá.

N ¿Cómo lo hacemos?

N Eso déjamelo a mí – concluyó el hada -.

Al volver con la zombi, ésta estaba a punto de terminar de comer a su ex-madre.

De la cocina Salvador sacó un trozo de carne que había traído Fernanda.

N Oye Pam, atájalo si puedes – Salvador le arrojó la carne a la altura de la cintura -.

Efectivamente Pam-zombi logró atraparlo a la altura de su bajo vientre, y entonces el hada le arrojó la cinta de embalaje. Bastó un hechizo muy simple para hacer girar la cinta velozmente alrededor de Pam, dejándola totalmente inmóvil. Hecho esto, el hada se acercó y dijo:

N A través de estos tres toques misteriosos, volverás a ser humana: por la inteligencia – el hada le dio un toque con su varita a Pam que yacía en el piso – por el poder – le dio el segundo toque – y por la virtud – el tercero -. Humana eres y en sueño estas.

Pam volvió a ser la de siempre y quedó bajo un profundo sueño.

N ¡Bien!, y ahora arréglalas a ellas – dijo Salvador mirando los restos de Fernanda y la mutilada Zulema -.

N Salvador… no puedo. Ellas ya están muertas.

N ¡¿Qué!? – gritó asustado - Pero ¿cómo?, ¿no puedes?

N Eso me significaría un inmenso desgaste de energía y yo desaparecería. Primero debemos curar a los demás y luego ver qué podemos hacer con ellas.

N Esta bien, vámonos rápido a la casa de Pete, no quiero que nadie más muera.

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Pete-lobo le propinó un fuerte golpe, a quien antes fuera su padre, rompiéndole el cuello y dándole muerte automáticamente.

Aunque la pelea había sido muy corta, habían quedado fuera del baño, mientras que la escopeta se cayó adentro. Así, que cuando Pete-lobo se incorporó de nuevo, vio que la puerta del baño se cerraba y acto seguido escuchó el sonido de un pestillo que la aseguraba por dentro.

Tan pronto como pudo se arrojó contra la puerta, pero no fue suficiente para abrirla, tuvo que intentarlo de nuevo con más violencia, rugiendo en forma descomunal. La puerta por fin se rompió y el animal ingresó.

Pachi estaba escapándose por la ventana, mientras su mamá estaba apuntando con el arma a la puerta. Tan pronto vio que Pete-lobo entraba al baño, le disparó al cuerpo y éste cayó fuera, dándole así tiempo a la mamá para salir por la ventana.

N ¡Vamos hija, corramos!

N No puedo correr mamá - Pachi estaba sufriendo las molestias de la contusión que había sufrido -.

N Haz un esfuerzo hija, que ahí viene.

Efectivamente, las mujeres no habían alcanzado a correr ni diez metros cuando Pete-lobo saltó por la ventana.

N Dispárale mamá! – fue el desesperado grito de Pachi -.

La mujer quiso hacerlo, pero ya no le quedaban balas a la escopeta.

A una orilla del jardín yacían una pala y un chuzo.

N Toma el chuzo hija, yo tomaré la pala.

Provistas de tan rudimentarias armas se enfrentaron a la bestia, que se lanzó sobre Pachi. Ésta a pesar de lo mal que se sentía fue capaz de enterrarle la punta del chuzo a Pete-lobo, que sujetó el resto del fierro mientras aullaba de dolor. La mamá aprovechó la ocasión para propinarle un fuerte golpe en la cabeza con la pala, logrando derribarlo.

Tal fue la caída de Pete-lobo, que se liberó del chuzo.

N ¡Pásamelo a mí! – le gritó la mamá a Pachi, arrebatándole el chuzo y logrando atravesar por el corazón a la bestia -.

Pete-lobo dio su último aullido y se desmayó.

N ¿Está muerto? - preguntó Pachi -.

N Eso espero. Anda y llama a una ambulancia, y también a la policía, yo iré a ver a tu papá.

Con lágrimas en los ojos cada una se alejó. Pachi dio la vuelta y entró por la puerta principal a llamar por el teléfono del living, mientras que su mamá volvió a entrar por la venta del baño.

Al ver a su marido tan mal le habló, pero como no tuvo respuesta, tiritando acercó su mano al cuello roto. El frío de la piel la atemorizó y retiró la mano. Secándose las lágrimas de los ojos se agachó y apoyó la cabeza sobre el pecho para tratar de escuchar un latido, pero no había ninguno. Con la desesperanza de la muerte, se echó a llorar sobre el cadáver.

En el intertanto, Pachi intentó llamar a la policía, pero el teléfono estaba ocupado, rediscó dos veces más y luego buscó un teléfono de urgencias, cuando por fin llegó a la página, escuchó los gritos de su mamá.

Mientras la mamá de Pachi lloraba desconsoladamente, escuchó tras de sí algo que chocaba contra la venta. Era Pete-lobo que intentaba entrar, a pesar de estar muy mal, sus heridas se curaban asombrosamente rápido.

El grito de la mujer fue primero y luego se echó a correr. Pete-lobo por fin logró cruzar la ventana, ya se sentía mejor y se lanzó a correr tras quién alguna vez fuera su mamá.

N Pachi, corre!, ¡es el lobo!, ¡es el lobo!

Pero Pachi en vez de arrancar corrió hacia su madre, y cuando se juntaron corrieron a la puerta de calle. Lamentablemente no la alcanzaron, pues Pete-lobo arrojó un sofá contra la puerta obstruyendo la salida.

Estaban acorraladas cuando sonó el timbre. Aquel sonido agudo tantas veces escuchado en el pasado, pareció congelar el tiempo, todos callaron y contuvieron la respiración.

N ¡Aló! – gritó desde fuera Salvador -.

Las mujeres reaccionaron inmediatamente y gritaron: “Ayyyyyyyyyy”.

N Parece que llegamos tarde – comentó Salvador -.

N Entremos rápido.

N La puerta esta cerrada.

N Ya no – el hada le dio un suave giro a su varita y la puerta cedió -.

Pachi y su mamá salieron rápidamente, cerrando tras de sí la puerta. Ni siquiera se preocuparon de ver quién había llegado, sólo salieron y se abrazaron cerca de la reja de entrada esperando algo, aunque ya no sabían qué.

Los golpes de la bestia se escuchaban tras la puerta.

N ¿Qué es lo que está allá dentro? – fue la pregunta de Salvador -.

N ¡Es un lobo, es un lobo! – contestó la mamá de Pachi -.

N Es un hombre-lobo, Salvador. Ése era el temor oculto de Pete.

N ¡Pete! ¡Dónde está mi hijo! – recién se daba cuenta la mujer que tenía un hijo que hacía rato no veía -.

N No se preocupe señora, él va estar bien – le dijo Salvador para calmarla.

N ¡A dormir! – fue la orden del Hada, para que las histéricas mujeres no estorbaran más -.

N Pero nos podrían haber ayudado.

N En el estado en que estaban lo dudo.

De pronto los golpes en la puerta cesaron.

N El lobo va a salir por otro lado – le dijo el hada a Salvador -.

Y así fue, Pete-lobo saltó por la ventana y cayó en el ante jardín.

N ¡Ahora, entremos! – gritó el Hada y la puerta se abrió - Busca rápido algo de plata.

N Yo tengo $300.

N No esa plata, sino algo que sea de metal de plata, una bandeja o algo así.

N Mira – Salvador descubrió hay algo que brillaba en la mesa -.

N ¡Sí, esa una bandeja de plata!

Mientras tanto Pete-lobo, olfateaba a las mujeres que yacían en el piso, y con una pata – perdón – con una mano las empujaba para ver si se movían.

N ¡Tú, metal de plata, emblema de pureza, eres maleable como arcilla, blando, blando, defórmate y transforma, defórmate y transfórmate en una flecha de plata!

N ¡Qué bien! – Salvador aun no perdía su capacidad de asombro -, pero ahora necesitamos un arco.

N Yo no lo necesito. ¡Al corazón del lobo, ahora!

La flecha de plata atravesó a Pete-lobo, y éste cayó al lado de Pachi.

N Pero lo haz matado – dijo muy preocupado Salvador -.

N Yo diría que lo he liberado del hechizo.

N Pero tenías que haberlo curado como a Pam.

N Aún no sé cuál es el hechizo que pesa sobre tu otra amiga, pero si sé que tendrás que escoger entre revivir a los muertos y volver a ser humano.

N ¿En serio?, ¿no puedes hacer ambas cosas?

N ¿Ambas?, pero si ya van cuatro muertos.

N ¿No son tres?

N Allá en el baño yace el papá de tu amigo Pete.

N ¿Y cómo lo sabes?

N He leído la mente de su madre, y pude ver que cargaba consigo un profundo dolor.

N Está bien, entiendo, vámonos rápido. Lo único que quiero es que Pau esté bien, ya no me importa el resto.

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Sacando fuerzas de flaqueza, Jacinta, la mamá de Pau, se abalanzó sobre ellos para intentar separarlos nuevamente. Esta vez, Pau la vampiresa la tomó por el cuello y la lanzó hacia una esquina de la habitación, dejándola mal herida y totalmente inconsciente.

N Francis, - lentamente Pau había sacado sus afilados colmillos del cuello de su padre, dejándolo sólo con una mínima cantidad de sangre en el cuerpo - ahora serás mío para siempre. No quiero que estés con ninguna otra mujer. Ahora duerme, necesitas reponerte y mañana el mundo será nuestro.

Con sumo cuidado Pau colocó a su padre dentro del ataúd y lo cerró. Luego se acercó con su madre y le dio muerte succionándole toda la sangre que tenía.

Sosteniendo a su madre con una sola mano, la llevó hasta el jardín y aprovechando su fuerza descomunal, cavó un agujero profundo sólo con sus manos. Cuando vio que era bueno, tiro en el foso el cuerpo inerte de su madre.

N Qué descanses en paz. Jajajajajaaaaaaaa.

Volteó su cabeza hacia la Luna y con un movimiento de sus brazos se transformó en murciélago y emprendió el vuelo. Tardó casi media hora en volver, pero no llegó sola.

N Ahora escúchame bien, volveré a salir porque aún tengo sed, pero quiero que en mi ausencia cuides a mi padre. ¡Chao, lindo!

Otra vez el murciélago voló por las sombras de la noche, mientras un hermoso perro-lobo negro, de penetrantes ojos rojos se quedó haciendo guardia en la casa.

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N Ya llegamos. Toquemos el timbre – Salvador jadeaba, no sería capaz de continuar corriendo ni media cuadra más -.

N No, no es necesario, hemos llegado tarde.

N ¿Cómo lo sabes?

N Alguien ya está muerto y siento dos presencias malignas en el interior.

N ¿No debería ser sólo una? – Salvador se asustó – ¿O crees que aquí esté también la vieja bruja?

N No, ella es mucho más poderosa. Entremos.

Con sigilo abrieron la reja de entrada y se escurrieron por el patio de atrás.

N Mira en la tierra, parace que hay una… tumba – el miedo continuaba creciendo en Salvador -.

N Eso es precisamente.

N ¿Y quién crees que está enterrado?

N Es… - hizo un pase con su varita sobre la tierra y continuó -, es la mamá de Pau. Lleva varios minutos de muerta.

N Desenterrémosla.

N ¿Para qué? Mejor veamos quienes son los que están adentro.

Apenas habían ingresado a la casa cuando vieron a la feroz bestia que les gruñía.

N ¡Es, un perro!

N ¡No!, es un engendro del diablo.

N ¿Qué es un engendro? ¿Acaso es Pau?

N No es ella, y tampoco importa lo que sea, sólo te diré que es muy poderoso y no lo podremos matar.

Sin perder más tiempo, el perro-lobo saltó sobre Salvador y le arrancó el brazo roto desde la articulación que lo unía al tronco.

Salvador quedó algo confundido más que por el golpe que no le dolió, por la situación misma: había perdido un brazo.

El perro les seguía gruñendo con el brazo en el hocico. Mientras tanto el hada dibujó con su varita un círculo en el piso alrededor suyo.

N ¡Ven rápido, Salvador entra aquí!

Salvador se incorporó tan rápido como pudo y entró en el círculo.

N ¿Qué es esto?

N Es un círculo mágico, nos dará protección. El lobo no podrá entrar en él.

N Y si estuviera adentro, ¿podría salir?

El hada pensó un momento y luego le dio un beso en la cara.

N Eres muy inteligente tienes toda la razón. Abriré una sección del círculo para que el lobo entre y luego la cerraré de nuevo. Pero tú tendrás que ser la carnada.

N Creo que será fácil todavía me queda un brazo – el Hada lo miró con una honda pena en su corazón -.

Bastó que el Hada pasara la varita sobre un segmento del círculo para que este se abriera. Entonces Salvador se puso delante de ella.

El perro-lobo les ladró y soltó el astillado brazo de Salvador. Sin perderlos de vista rodeó el círculo, y saltó a través de la abertura, atrapando con su tenaz dentadura el brazo que le quedaba a Salvador. Por mientras, el Hada salió del círculo y se alistó a cerrarlo.

N ¡Salvador! ¡Suelta tu brazo y sal pronto!

No quedando otra alternativa, Salvador se desprendió de su propio brazo y cayó de espaldas fuera del círculo mágico. Alcanzándole justo el tiempo al hada para cerrarlo.

El perro-lobo por más que intentó traspasar el círculo no pudo, cada intento parecía quemarlo.

Salvador miró durante unos instantes su brazo roto.

N Sigamos, no perdamos más tiempo. Busquemos la próxima entidad.

N Ya, no puedo seguir…

N No es el momento para que te deprimas, busquemos a Pau.

N Mira lo que queda de mí, ya no sirvo.

N Todo esto lo estoy haciendo por ti, si tu no quieres seguir, entonces hasta aquí llego yo.

N ¡No, perdóname…! - Salvador suspiró - vamos por Pau.

El hada siguió el origen de la presencia maligna y llegaron hasta la habitación de Pau.

N ¡Hay un ataúd! Pau debe estar dentro, ésta es su habitación.

N No lo sé, aquí hay algo raro. Si es lo que imagino, toda esta situación es producto de un vampiro. Y si es así, debemos matarlo con una estaca.

N De donde sacaremos una.

N Tú quédate aquí, yo iré por tu brazo roto, eso nos servirá.

Salvador se había quedado sólo en la lúgubre habitación y poco a poco se fue acercando al ataúd. Ya pegado a él, tendió su cabeza sobre la tapa, para escuchar qué había adentro.

N Es una respiración, hay alguien vivo.

En eso, el hada volvió.

N ¡Qué estas haciendo!

N ¡Dios, mío! – gritó Salvador, mirando al Hada que le había asustado -.

N Schiii, silencio no grites – le indicó el hada en voz baja -.

Bruscamente la tapa se abrió el “Conde” Francisco se levantó. Apenas los vió, hizo un amago de morder a Salvador pero notó que era de madera, y cambió su objeto al hada. En un abrir y cerrar de ojos, voló hasta ella y empezaron a luchar.

El Hada sostenía en una mano la varita y en la otra lo que quedó del brazo de Salvador. Sin embargo, el vampiro no pensaba morderla, sabía que no era humana, lo que quería era la varita mágica.

Tanto se empeño el vampiro por obtener la varita que descuidó la otra mano del Hada y ésta le enterró la ocasional estaca. Lamentablemente no alcanzó a atravesarlo por completo, por lo que continuaron forcejeando.

N Salvador, ayúdame, debemos atravesarlo con tu brazo.

Apenas hizo el intento Salvador de ayudar al Hada, llegó Pau y sujetándolo por el cuello, lo arrojó otra vez contra la muralla.

N ¡Maldita, ramera de los ángeles! ¡Suelta a mi padre, ahora!

N Espera que lo mate, y entonces será tuyo – fue la agresiva respuesta del hada -.

La vampiresa voló hasta el Hada, y cogiéndola por la espalda comenzó a tirar de su brazo para desestacar a su padre.

N Salvador ven pronto – rápidamente el muchacho de madera corrió para ayudarla – ponte detrás del vampiro.

El Hada soltó su varita, dejándola en manos del “Conde” para sujetar la cabeza de Salvador.

N Ahora, ¡miénteme Salvador, miénteme!

Salvador sin entender el propósito de tan extraña petición, comprendió que debía obedecer de inmediato.

N Eres fea, vieja, peluda, cochina, una cualquiera, vali’ c(autocensura), parece que… - continuó una interminable prosa de groserías y majaderías contra el hada.

La nariz de Salvador creció tanto, tanto, pero, ¡taanto, taanto!, que atravesó al vampiro, al hada y a Pau. Y todos fueron a dar al piso.

Por desgracia, esta acción lejos de ayudar, hizo que la situación empeorara. Los vampiros se deshicieron y el Hada quedó gravemente herida.

Luego de forcejear un rato para sacar su nariz del cuerpo del Hada, Salvador pudo hablar.

N Hada Blanca, ¿qué pasó? Tú me dijiste que te mintiera y…

N Sí, sí, yo te lo pedí… está bien.

N Pero, no, mírate, te estás muriendo, pero ¿cómo?, si eres un hada, no puede ser – Salvador no se resignaba -.

N Magia, contra magia, Salvador. Yo te dije que la magia de la bruja era muy poderosa y ahora tu me has herido de muerte. Nunca lo pensé.

N Hada Blanca, perdóname – los ojos de Salvador se llenaron de lágrimas – ¡Quiero que todo vuelva a ser como antes! Te prometo que nunca más voy a mentir.

N Ya no me quedan fuerzas para arreglarlo todo. Sólo a ti te puedo salvar. ¡Humano eres y en humano te convertirás! – el Hada logró darle los tres toques misteriosos y desapareció, quedando únicamente su varita -.

Salvador continuaba llorando desconsoladamente, hasta que instintivamente llevó sus manos hasta su cara para secarse las lágrimas y se dio cuenta que era humano de nuevo.

Luego de permanecer un rato desconcertado, observó la varita.

N ¿Tu eres una varita mágica verdad? Y puedes conseguir cualquier deseo ¿verdad? Entonces ¡que revivan todos los muertos esta noche de Jálogüin, por la inteligencia, por el poder y por la virtud!

La varita comenzó a emitir destellos poderosísimos hasta extinguirse por completo. Cuando Salvador miró a su alrededor, vio que Pau y su papá yacían inconscientes en el piso, pero aún estaba el ataúd. ¿Qué podía significar eso?

Claro, pidió que los muertos vivieran, y eso es lo que ocurrió, pero el resto de la magia de la bruja continuaba presente. Entonces se acordó que había alguien enterrado en el jardín. Si en la habitación estaban Pau y su padre, quién debería estar enterrada era la madre.

Cómo un bólido corrió hasta el jardín y se hizo de una pala para desenterrar a la mujer. Apenas sí logró sacarla media asfixiada y la dejó a un costado de la fosa.

Al entrar de nuevo en la casa para despertar a Pau, vio que ni el perro-lobo ni el círculo estaban. Pero, tal vez… Unos aullidos le sobresaltaron, venían, de la habitación de Pau. Corrió tan rápido como pudo hacia la habitación, pero no alcanzó a llegar.

El perro-lobo al ver que ya no había vampiros, salió a buscar al responsable. Y en el pasillo se encontró con Salvador. De algún modo reconoció en él al niño de madera que ya antes había mordido. Estuvo a punto de atacarlo cuando sus ojos se encendieron en llamas y habló:

N ¿Tú, destruiste a mis hijos predilectos? – una voz gutural salió del hocico del lobo y heló la sangre de Salvador -.

N ¿Tu eres un engendro del demonio, verdad? – Apenas le salía la voz a Salvador - Y no eres obra de la bruja, ¿verdad?.

N ¿Cuál bruja?

N La que mató a tus vampiros – se trataba de una mentira blanca, esperaba no ser castigado por ello -.

N ¿Dónde está la bruja, que los mató? – gruñó el diabólico engendro -.

N ¿Puedes leer mi mente?

N Claro que sí. Si tu me dejas… Ah, ya veo en esa vieja casona… Muy bien, entonces ¡Arde!, ¡Arde!, ¡Arde!, que tu alma me pertenece bruja. Yo, Satán, te lo ordeno, ¡ven a mi reino!

Con estas últimas palabras la criatura desapareció, y un fuerte incendio se declaró en la vieja casona que habitaba la bruja.

En el cuarto de Pau se escucharon voces que conversaban y en el patio una voz que llamaba a los suyos.

N Será mejor que yo me vaya, aquí ya están bien.

Salvador logró salir de la casa y corrió sin parar hasta llegar a la suya. Cuando entró por la puerta, su familia reaccionó riendo a carcajadas por lo cómico del programa. Pero no se dieron cuenta que Salvador venía de la calle.

N ¡Hola, hijo! ¿Lo pasaste bien? – la cariñosa mamá le extendió los brazos para recibirlo -.

N Bueno…

N Pero, qué tarde es! – exclamó el papá al ver la hora - Cuando uno lo pasa bien el tiempo vuela, ¿verdad?

Mientras la mamá regaloneaba a Salvador, el papá apagó el video. Y entonces, un canal que transmitía noticias cautivó su atención.

N Este ha sido el más espeluznante Halloween de que se tenga memoria - la voz de un periodista en vivo, transmitía con una casa en llamas como fondo -. Hombres y mujeres de todos los lugares del orbe luego de morir, milagrosamente resucitaron, haciendo honor al día de los muertos. Pero a pesar de lo increíble de estos hechos, hubo una excepción, una señora que vivía sola en la casa que está a mis espaldas, falleció producto de un increíble incendio espontáneo que consumió toda la casa. La certeza de su muerte se tiene por los restos de huesos calcinados que se encontraron en su habitación, según nos confirmaran los peritos. Eso es todo por ahora…

N Siempre pasa la misma cosa, en vísperas del día de los muertos la gente aprovecha de hacer bromas espeluznantes. Espero que tú no hayas andado haciendo tonteras Salva – concluyó el padre mirando severamente a su hijo -.

N No, papá… tonteras no.

El Sibarel