lunes, octubre 23, 2006

Vida Secreta de los Conventos


Ficha Técnica

  • Autor: Attilio Crepas
  • Título: Vida Secreta de los Conventos
  • Subtitulo: ---
  • Editorial: ---
  • Edición Original: 1945
  • ISBN: ---
  • Mensaje de Inicio: … pasa mi vida como una blanca vela… no contestas a mis gritos desesperados, y el gallo canta y no quieres despertarte…

Capítulos Principales

  • Preludio en el Convento de la Glicinas
  • Más allá del umbral de la Clausura en la Cartuja de Pavía
  • En el Convento de los Menores donde San Francisco dictó el Cántico de las Criaturas
  • Noche en el Castillo fabuloso, entre los centinelas de la oración
  • Romances que llamean en las celdas y en los claustros conventuales
  • Revelaciones y Misterios del blanco Prior de las tres fuentes
  • Viaje al más famoso Monasterio del Mundo
  • Pan y potaje para todos en los Claustros de los Capuchinos
  • El Convento de los Frailes más Penitentes en la plazoleta romana de los enamorados
  • El arcano de medianoche cuando suena el alba de los Camaldulenses
  • Donde la potencia de los Jesuitas instruye a los reclutas de la Compañía
  • Al otro lado de la puerta de hierro del maravilloso archivo de los Dominicos
  • La última sepultada en vida
  • Hermanas en traje de baño
  • En el Convento de las monjas ciegas

Extractos de Sibarel

Tras la Clausura de Pavia

Este capítulo marca el comienzo del viaje de Crepas.

En 1392, Gian Galeazzo Visconti colocó la primera priedra de este convento de los Cartujos, que es una Orden milenaria dedicada a la “clausura”: silencio perpetuo y perpetua soledad.

Las comunidades religiosas eligen a su prior, y éste nombra a sus “oficiales”: el vicario, el procurador, el sacristán.

Aquí conoce al Padre Hugo, el procurador, quien junto con el prior y el sacristán, son lo únicos que pueden hablar con extraños en este convento. Como procurador se encarga de proveer a todas las necesidades de la Comunidad, es el puente con el mundo exterior.

El sacristán, por su parte, tiene a su cargo el cuidado de la Iglesia, y por tanto tiene que hablar con los sacerdotes, monaguillos y fieles; pero su temática es sólo referente a la Iglesia y al culto.

Para que esta regla del silencio no tenga lagunas, el cargo de procurador es vitalicio, así los demás hermanos pueden respetar su voto de silencio.

El Convento de los Menores

Crepas llega al Convento de San Damián, donde San Francisco compuso el Cántico de las Criaturas, mismo lugar donde murió Santa Clara.

Aquí conoce los secretos del horario de la jornada franciscana:

  • Diana a las 5:15 AM, dada por un fraile que toca la “francola” combinación de timbal y carraca.
  • Tiene 15 minutos para el aseo y vestirse.
  • Luego van a meditar a la Iglesia.
  • Durante el resto del día alternan horas de estudio y trabajo con oración.
  • A las 8:00 PM se sirve la cena.
  • Luego tienen 30 minutos de recreo y después descanso.
  • A la media noche suena la campana de Santa Clara para la oración nocturna.

Entre los Centinelas de la Oración

Crepas continúa su viaje y así llega al Convento de los Padres Sacramentinos en Castelvecchio.

Estos Padres Sacramentinos fueron fundados en 1856 por un sacerdote y un capitán de fragata, dónde su principal característica es el voto de adoración perpetua, verdadera y continua a Jesús. Es decir, aquí se practica una adoración ininterrumpida.

Día y noche sobre el Altar iluminado refulge el Santísimo Sacramento frente a una pareja de Sacramentinos o de Adoratrices (rama femenina), que son relevados rigurosamente cada 2 horas durante el día y cada 1 hora durante la noche. En casos de enfermedad u ausencia de los relevos, los turnos se amplían automáticamente.

En el Monasterio de Tolosa, durante la revolución española, una incursión nocturna se tomó el convento, y la pareja de frailes que estaba en el turno de adoración nocturna no fue relevada. Cerca de 18 horas más tarde cuando una intervención popular liberó a los demás frailes, encontraron a esta pareja desvanecidos sobre la alfombra del Altar, uno de ellos conservaba todavía los dedos entrelazados entre las cuentas de su rosario.

Romances en el Convento de San Francisco

Luego, Crepas llega al Sacro Convento de San Francisco en Asís, caracterizado por el voto de absoluta pobreza, y la práctica de la “disciplina”.

La disciplina se practica a través del flagelo sobre la espalda con una cuerda retorcida por tres veces y anudada en tres lugares, conforme al Título XIII de las Constituciones en el capítulo III de la Regla, que impone “disciplina” para todos los viernes del año y exhorta a su práctica en los lunes y miércoles, especialmente en los de Cuaresma y Adviento. Una campana a las 9:30 PM da inicio a su práctica. Los frailes empuñan con la diestra el trozo de delgada cuerda y se azotan la espalda hasta cien veces, según la conformidad de su conciencia y el límite de su resistencia humana.

El sufrimiento es ofrecido a Dios en señal de humillación de la carne, de humildad, y como rescate por los pecados cotidianos, propios y ajenos.

Con el Prior de las Tres Fuentes

Crepas visita a los Trapenses, conocida como la Orden de los Cistercienses de la Rígida Observancia, conforme a la regla originaria de San Benito.

Aquí se practica el Capitulo de las Culpas. La sala del Capítulo se encuentra tapizada por estantes de libros con obras de mística y de ascética. Aquí se recoge la comunidad para realizar sus votos, dónde un moje puede acusar a otro de infracción de la regla:

  • Yo acuso a mi hermano X de haber hecho esto….

Lo extraordinario de esto es que el hermano X no puede negarlo ni justificarse, por el contrario apenas oída la acusación debe echarse al suelo, boca abajo, en humillación hasta que el Abad le diga:

  • ¡Levántate en el nombre del Señor!

Si la acusación era verdadera, entonces está bien aplicada la penitencia, pero sino, se considera por el acusado como un ejercicio de humildad.

Crepas astutamente pregunta al respecto si acaso el monje que ha sido acusado en forma injusta no podría devolver la acusación en el próximo capítulo, a lo que su interlocutor responde:

  • Esto no ha sucedido ni sucederá nunca…

El Más Famoso Monasterio del Mundo

Crepas visita a los Benedictinos de Montecassino, donde su Hospedería puede albergar hasta 40 peregrinos y otros tantos pueden dormir a fuera. En su refectorio todos pueden recibir una refección caliente y abundante, sin que se les pida nada a cambio, ni por el sustento ni por el alojamiento. Pero el que puede, echa una limosna en los cepillos que llevan escrito: “Oblación a San Benito; la limosna que quiere; nadie sabrá jamás cuánto.”

A veces una peregrina sin dinero y atribulada por la vida, una vez descansada y restaurada su alma y su cuerpo, deja en el secreto del cepillo de las limosnas una joya: anillo, brazalete, collar o pendientes.

Crepas conoció allí a un industrial muy rico, que fue en busca de “silencio” a este claustro. Finalmente cuando éste se retiraba le preguntó:

  • Perdone, ¿y la limosna? ¿Se ha olvidado usted de de ella?
  • No. Simplemente, no dejo nada. Se lo he dicho ya al Padre de la Hospedería. No dejo nada por humildad: para sentir yo – yo que en la vida he tenido que pagarlo siempre todo espléndidamente -, para sentir, ¡oh sí!, el sabor de la caridad.
  • ¿Y el Padre que le ha dicho?
  • Me ha dado las gracias, y ha puesto en mi celda dos panes y este queso…

El Convento de los Padres Mínimos

Crepas se traslada al corazón de Roma, al convento de San’t Andrea delle Frate, perteneciente a la Orden de los Mínimos, fundada por San Francisco de Paula.

A diferencia de las otras Ordenes religiosas que tienen solo 3 votos el de castidad, el de pobreza y el de obediencia, los Mínimos tienen un cuarto voto, la observancia absoluta de la vida cuaresmal perpetua. Jamás comen carne, ni leche, ni mantequilla, ni huevos, ni queso. Es verdad que los Cartujos, Trapenses y Camaldulenses tienen ayunos más duros; pero el Superior en determinadas ocasiones puede dispensarles de su cumplimiento.

Un Fraile Mínimo puede ser dispensado de su rígido ayuno solamente por el Papa.

Crepas tuvo ocasión de compartir con ellos su comida: lentejas, pescado hervido y una manzana por la mañana. Y por la noche, un potaje condimentado con aceite, un poco de verdura y una naranja. Después de la refección daban gracias al Señor por el pan que habían comido.

El Alba de los Camaldulenses

Crepas visita el eremitorio de Monte Rua, y a la media noche se sorprende por el espectáculo. Los monjes de la Rua descienden de sus celdas, alumbrados con sus lámparas para dirigirse a la Iglesia para el canto de los Maitenes. Van vestidos de blanco, lentos y silenciosos, acompañados por sus lámparas de aceite en la mano, recorriendo los caminos del Eremitorio, rumbo a la oración en el Coro.

Solamente dos veces a la semana en invierno y tres en verano, les está permitido un recreo donde pueden conversar entre ellos, pasear juntos por los caminos, por el bosque y a través de los campos; el resto del tiempo viven apartados en sus celdas, en la Biblioteca o el Archivo, o con el azadón en la mano en la viña, en el huerto, o con el hacha en los bosques que han repoblado.

Aquí conoció Crepas a un joven monje, y le consultó por él al Prior:

  • ¿Con qué conocimiento de causa puede haber renunciado al mundo un de ustedes que haya entrado al Eremitorio muchacho, como Don Gerardo, sin haber gustado jamás otro sabor que el de la vida eremítica?
  • ¿Y nosotros – respondió el Prior - no deseamos el Paraíso aun sin haberlo visto jamás?

Educación Litúrgica de los Misioneros

Crepas llega al Santuario de la misteriosa Capillita Rusa de los Jesuitas. Allí publicada en una gran tabla se encuentra inscrito el orden de las horas:

  • 7:45 AM, reflexión
  • 8:30 AM, limpieza
  • 10:45 AM, exhortación
  • 11:30 AM, Maestro
  • 12:30 PM, refección
  • 1:30 PM, descanso, preces
  • 6:00 PM, se escribe

Los miércoles el horario prescribe:

  • Meditaciones sobre el Niño
  • Mortificación de la jornada: gula, pereza
  • Disciplinas: cadenitas

Recordando sus visitas anteriores, Crepas se atreve a preguntar a un novicio sobre las “disciplinas”:

  • ¿Hace daño?
  • Hace bien…

Cerca de la misma tabla de horarios, descubrió otro secreto. Un gran cuadro y puestos en columnas los nombres de todos los novicios y al lado de cada nombre una hilera de agujeros, cada uno de ellos corresponde a un lugar del Santuario:

  • Iglesia
  • Sala de estudio
  • Refectorio
  • Biblioteca
  • Claustro
  • Jardín
  • Etc.

Al lado de cada nombre había un palito metido en uno de los agujeros. Así que cada novicio, al trasladarse de un lugar a otro del Convento, tiene que colocar el palito en el lugar correspondiente, así los superiores saben en forma exacta la situación de sus alumnos.

La Última “Sepultada en Vida”

Nuevamente en Roma, Crepas llega al Hospicio de los Cónicos que es una casa de reposo, desde allí conoció a Sor Julia Bussolino, que entró al Convento de las “Sepultadas en Vida” a los quince años, quien había pertenecido a una familia acomodada hasta entonces.

De su conversación se destaca:

  • ¿Pero porqué escogió precisamente la Orden de las “Sepultadas en Vida”?
  • ¡Para hacer penitencia por los pecadores del mundo! ¡No como una condena, sino como una liberación! Yo fui quien quise entrar en el convento. Vocación, señor.

Cuando hizo su juramento infinito, la vistieron de blanco, consagrándola como perpetua y secreta esposa del Señor, y no asistieron al acto más que las otras hermanas y los sacerdotes. Así sintió el frío filo de las tijeras en la nuca y después el rumor – apenas un instante – del cabello que caía. Y entonces tenía la certeza que jamás volvería a ver las calles y las casas, que jamás volvería a trasponer la pesada puerta del convento, más que para ir al cementerio.

Hermanas en Traje de Baño

En su recorrido Crepas encuentra la playa de las monjas, sorprendido por un canto dulce, sobre el cual su compañero de turno observa:

  • Son las Hermanas que cantan los Maitenes.

Así conoce la “Casa de las Hermanas de María Santísima”, construida en forma de fortaleza según indicaciones de su propia Abadesa.

Cuando el sol ya estaba alto en el horizonte, salen las hermanas, vestidas de blanco, tan larga que incluso los pies desaparecen, y con sombreros de paja florentina. No usan cuerda alguna en la cintura ni siquiera los distintivos de la Orden ni la cruz sobre el pecho. Así era su traje de baño, sólo estaba desnudo el antebrazo de aquellas amplias túnicas.

Así, semivestidas, se metieron al agua, en busca de una “cura de baño de mar” debidamente cronometrada por una vieja hermana. Esta práctica estaba sincronizada con las prácticas espirituales y religiosas.

Su agenda diaria se componía de:

  • Canto del Maitenes al amanecer
  • Breve paseo por la playa
  • Misa
  • Desayuno
  • Acción de gracias al Señor
  • Paseo en “traje de baño”
  • Baño de mar
  • Gimnasia recreativa
  • Recreo
  • Ejercicio espiritual de acción de gracias a la Virgen Santísima por el buen baño de mar
  • Oración
  • Refección
  • Coro
  • Descanso
  • A las 5:00 PM otro paseo por la playa
  • Retiro en la capilla y oración
  • Recreo
  • Santísimo Rosario
  • Refección
  • Acción de gracias al Señor
  • Retiro en la capilla
  • Ejercicios en el coro
  • Descanso

El Convento de las Monjas Ciegas

Crepas concluye su recorrido visitando un monasterio único en le mundo, fundado por Luís Orione en Tortona. Allí habitan unas monjas ciegas consagradas a la adoración perpetua, capaces de prodigiosas labores de encaje y todas ellas maestras en el canto y la música. Esta es la “Comunidad de las Hermanas Sacramentinas de don Luís Orione” que habitan una villa excepcional gracias a un bienhechor.

Un día un gran benefactor regaló a Luís Orione su rica villa, para que dispusiera de ella para una obra de caridad. Y don Luís dijo:

  • Esta rica villa será entregada a las monjas ciegas, porque ellas son las únicas que no la podrán ver…

En este monasterio hay una sola monja que vé y que acompaña permanentemente a la Superiora.

Ya al término de esta visita, conversa con Sor María Julia, quien perdió su vista siendo niña. Como no todas las hermanas tuvieron vista alguna vez, éstas interrogan a Sor María Julia, ¿cómo es la vida fuera?:

  • Los hombres llevan pantalones y las mujeres unos largos vestidos que les llegan hasta el suelo.
  • ¿Cómo son los aeroplanos? – la interpelan, pero Sor María Julia no lo sabe -.
  • ¿Y como son los automóviles? – insisten, pero ella tampoco sabe eso-.
  • ¿Cómo son los globos aerostáticos?
  • Son ovillos, como los ovillos de la lana con que nosotras trabajamos, enormes y vacíos por dentro, pero llenos de aire y que… cautivos por una cuerda, como la de las campanas, suben hacia el cielo.
  • Sor María Julia, por favor, cuéntenos cómo es el cielo.

Conclusión

A esta altura de la lectura, puedo tratar a Attilio como si fuera mi amigo, porque le agradezco profundamente este viaje que comienza dedicado a su querida abuela…

Evidentemente yo sólo he recogido algunas de sus líneas más sobresalientes, pero debo decir que todo su relato está plagado de una atmósfera que es capaz de sacarnos de la cotidianeidad, y producirnos una sensación de descanso como si estuviéramos en una “terma” o un “spa”.

Más allá de cualquier consideración de tipo religiosa al respecto, hay que destacar que “esta” gente está dándose día a día por el mundo entero, ya sea sirviéndolo, orando por él, sufriendo por él. Fíjense que no importa si están equivocados o no, su amor está mucho más allá de cualquier forma egoísta de ver al mundo. Están apartados del mundo para mantener puro su amor, constituyendo así una poderosa fuerza espiritual que está activa y al servicio del bien contra el mal en este mundo binario y dicotómico.

Que Así Sea.

Sibarel