miércoles, abril 18, 2018

Ítaca

Cuando emprendas tu  viaje  a Ítaca
pide que el camino  sea largo, lleno de aventuras, lleno de  experiencias. No temas a los lestrigones  ni a los cíclopes ni al colérico  Poseidón, seres tales jamás hallarás en  tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción  que  toca tu espíritu  y tu cuerpo. Ni a los lestrigones  ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los  llevas dentro de tu  alma, si no los  yergue tu  alma ante  ti. Pide que el camino  sea largo. Que muchas  sean las mañanas de  verano en que  llegues  -¡con  qué placer  y  alegría!- a puertos nunca  vistos antes. Detente  en los emporios de Fenicia y  hazte  con hermosas mercancías, nácar  y  coral,  ámbar  y  ébano y  toda suerte  de perfumes sensuales, cuantos  más  abundantes perfumes  sensuales puedas. Ve a muchas  ciudades egipcias a aprender, a  aprender de sus sabios. Ten siempre a  Ítaca  en tu mente. Llegar  allí es tu destino. Mas no  apresures  nunca el  viaje. Mejor que dure muchos años y  atracar,  viejo  ya, en la isla, enriquecido  de cuanto ganaste en el camino sin aguantar  a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te  brindó tan  hermoso  viaje. Sin ella  no habrías  emprendido el  camino. Pero no  tiene  ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca  no te  ha engañado. Así, sabio como te  has  vuelto, con tanta  experiencia, entenderás  ya qué significan  las Ítacas.